Por Antonio de la Muerte
Ricardo Vivallo
y Alfredo Ajenjo
Ricardo Vivallo
y Alfredo Ajenjo
Sueño con flores que estaban ahí pero ya se fueron. No sé por qué la humanidad es tan cruel. Uno entiende y olvida, pero siempre queda un poco de aire dando vuelta debajo de los párpados. Hay que derribar los muros. Las pestañas son pétalos de flores atómicas. A derribar los muros de la memoria, siempre. No puedo decir que recuerde todo desde el principio. Recuerdo que un día decidí que no habría más porque pelear. Cabalgábamos arcoiris de plata en nuestros caballos de carbón. Las promesas caían de las cartucheras y el desierto era interminable. Se unieron los elementos apropiados en el lugar apropiado, y sin consideraciones de ningún tipo, se condenó a muerte a toda forma de cultura heredada del pasado occidental, tenebrosa y densa ciénaga, trampa mortal de los sentidos de la vida. La voz del cactus dice hay que perder el miedo. Hay que sacarse los ojos y desaparecer innumerables veces. Tomar una pistola y apuntarle al ojo de los dioses. Hay que elegir una llave y hacer explotar la puerta. La poesía sale del cementerio para terminar el trabajo de los gusanos. Las moscas caminan por las pantallas del mundo, ebrias. Mi padre se muere. Mi madre se desangra en el camino. Las balas de la noche se incrustan en la memoria del vacío. Levantar los brazos y dejarse llevar por las turbinas del descalabro. Asolar los suburbios con un ejército de llagas abiertas. El pus de nuestras heridas es licor de soles apagándose. Los vaqueros cantan y elevan sus vergas al horizonte. Tenemos la lengua llena de hongos. Las despedidas son siempre innecesarias. Hay que partir y disparar lejos. Nuestras gargantas bazucas cargadas de esporas. El dorado y el plateado del fin de los tiempos bañarán nuestro caminar por el sendero sin tiempo ni muerte. No tenemos miedo. Nuestras gargantas se llenan de violentos huracanes. Estábamos borrachos mientras del subsuelo emergían los gusanos que arrastraron todo consigo. Sus vientres chorreaban bebés recién nacidos sin ojos ni manos que colgaban de los balcones de los edificios en llamas. Hay que sacarse los ojos. Y reconocerse. Hay que rebelarse contra el espiral de falacias que nublan el verdadero sentido del placer. Tenemos los sentidos abiertos a la pesadilla. Los nervios colgando de los rascacielos. Somos los últimos ángeles de occidente, nacimos en las fronteras de la cultura. Los continentes se derriten en las pupilas de los folksingers. Sin miedo. No tenemos vergüenza. Tenemos venganzas que se pierden y caen por los acantilados sutiles de la droga. Hemos abrasado y besado al sol con la piel pálida y fresca. Un sueño de flores que ya estaban ahí. Es tarde, pero la noche es interminable cuando la mente se interrumpe. El semen de nuestras palabras manchará las bocas de las niñas lindas. 1 sputnik vomitado en las terrazas. Las ancianas sufrirán penetraciones anales de animales del bestiario secreto de un demente que duerme debajo de un puente con niños hambrientos. Los senos de la luna son bocas llenas de universos agrios. Nuestro perdón es la desmesura. Las lenguas de la muerte acarician las guitarras del burdel. El alimento está siempre al alcance de las manos de quienes tienen las manos abiertas como frentes. Las piernas abiertas a la pesadilla. Las vaginas abiertas como túneles por donde avanzan los cadillacs de la muerte. EL ESTILO ES EL VOMITO. EL ESTILO ES LA DESMESURA. Y la infección se arrastra execrando líquidos viscosos por las laderas de los cerros. Las catacumbas se cierran sobre la calavera del tiempo.
Fin de la primera entrega.
Fin de la primera entrega.
Para conocer más de ellos, visiten su casa:
2 comentarios:
"Algo" cuajó a partir
del corte de tajadas.
...Y aunque el pastel
sabe a ácido voraz...
el oro de las letras
no pierde sus kilates.
.
¡Suelta un fruto la matriz
de mieles y metrallas!
.
Secuestro la historia
destilando ritmos y versos..
con un fósforo en la mano
y sonrisa de pirómana.
.
Una pirómana destilando mieles con un fósforo en la mano?
Horror imaginarlo.
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