jueves, febrero 11, 2010

Mi papá dijo en "Cayó una estrella", Diario, RIL Editores


La Serena, 1/ IV/ 1955
Ayer nació mi hija Teresa. ¡Qué extraños los sentimientos de paternidad! “Algo es de uno”, parecería ser lo primero que se dice, y sin embargo la posesión no es la de un maravilloso objeto natural, sino de sentirse dueño de un trozo de cielo, de una orilla del río, de una estrella lejana. Dormí con ella, porque Lila está muy agotada, la niña tenía frío y parecía temblar. En una cama lateral, abrazados, sentí que ella y yo éramos una unidad perfecta.

Al amanecer llegó a lavarla la maldita matrona y sugirió que debía tener algo en el píloro, pues vomitaba algo oscuro, digería mal. Más tarde viene el médico, le digo y sonríe: “¿Quién le dijo eso?" Le explico que la matrona. Me respondió: "¡Tonterías!", fue un parto difícil, tragó algo de líquido amniótico y eso fue todo y yo echo a descansar. Pienso, para no aburrirme, que el hospital es una isla. Que hay en ella sitios desconocidos. Miro los muros y descubro las famosas manchas en la pared a que alude Leonardo da Vinci en sus notas. Puedo darme cuenta del poder de la imaginación del artista. Veía en ello el núcleo de una creación a partir de un estímulo externo que se busca sin saber cómo ha de operar sobre nosotros. Había una mancha, tenía forma de un río largo que se cruzaba consigo mismo, en medio de una serie de fragmentos. Pienso en fagocitos blancos, en caravanas comandadas por Johnny Mac Brown, el ex-jugador de fútbol americano que se hizo cowboy del cine en cuanto le falló la rodilla. Johnny Mac Brown va rumbo a Oregon. Entran las enfermeras, salen las enfermeras. Lila dice que fue una carnicería la que hicieron con ella. Le explico que son gajes del oficio. Me dice: "¡es que no te tocó a ti!". En fin, hay que decir algo, pero no sé qué más. La comida del hospital prepara para las operaciones aún a los que no tienen que operarse. Cobran como si fuese hotel de lujo, pero deben dormir ratas, tres trozos de lechuga; un puré aguado con lo que llaman una croqueta, que es piltrafa pura, y al final un durazno picoteado por la vida, como algunas paicas del tango. Oigo a una estúpida que habla en el pasillo de unas damas distinguidas que venían a hacerse examinar por un médico, el doctor X, y terminaban acostados "como dos párvulos". ¡Qué idiotas! ¿Cómo se acuestan los párvulos? Ellos duermen; el doctor y la señora distinguida, no. El asunto sigue. Una dice a la otra que hay gente histérica, que por un parto hacen un escándalo como si fueran a romperse porque van a parir una de las estatuas de la Alameda, y salen con un ratón debilucho que es una miseria. Comienzo a sacar cuentas del despojo del Hospital. Tengo deudas hasta para el día de Pascuas.Debo preparar una clase sobre Alfonso X el Sabio. No sé dónde encontrar la Grande e General Estoria. Me gustaría citar algunos párrafos en clase; pero, a lo menos, tengo algunas de las Cantigas, dos o tres descripciones de los lugares que él estima convenientes para hacer las clases, cómo deben ser tratados los maestros. Además, algo de las Tablas Alfonsíes. Canciones de Luis Castro entran por la ventana. Caminaré solo. Calor, sed, pánico de las deudas. No es poco para pensar. Teresita está mejor.

La Serena, 14/V/1955
Mi hija crece a diario. Por momentos me quedo mirándola, tratando de adivinar qué va ser de ella mañana, cuando crezca. ¿Se propondrá entender cómo somos, en la alegría o en la desdicha, en la paz o en la guerra, sus semejantes? ¿o le dará por meterse en la madriguera de la costumbre, de lo establecido, pensando en las joyas o en vivir sintonizada a lo que ocurre sin necesidad del uso del pensamiento? Lo único que deseo es no verla con visitas al "otro", a ese alter que produce como resultado poco más que la "alteración". A ello, si me fuera posible elegir su destino, la quisiera ver rondando la otra salida, la que atiende al ensimismamiento como el mejor capital. Hoy, ha mirado lentamente una ardilla de juguete y la ha levantado en dirección al sol, como si fuese la cabeza de un sacrificado.

La Serena, 2/IX/1955
Aprovecho el hermoso día soleado y llevo a mi hija Teresa a que el viento la zarandee, eternizando este momento. Se ahoga un poco y debo ponerla esquivándolo. Ya vendrá un día en el cual yo pueda decirle: "¡Haz! ¡Ahora te toca a ti!" Mi pequeña Dama de Elche sonríe y se vivifica.

miércoles, febrero 10, 2010

Emotivo recuerdo de Alfonso Calderón por Jilberto Molina

DON ALFONSO.
    A las 10 de la mañana del 11 de agosto de 2009, con Fernando Arriagada, Peté, Alfredo Apey y Andrés Nazer estuvimos presente en la casa central de la Universidad Diego Portales rindiendo con nuestra silenciosa presencia un homenaje de afecto y reconocimiento a don Alfonso; Ricardo, Marcelo, Galvarino y otros liceanos estuvieron antes o después; asistíamos al velorio de nuestro exprofesor de Castellano y posteriormente gran amigo, don Alfonso Calderón Squadritto en la década del cincuenta, en nuestro amado LICEO DE HOMBRES DE LA SERENA; él, con gentileza nos distinguió con su cara amistad.
    No escribiré sobre su trayectoria. Ya se ha escrito sobre ella. Éstos, más bien son recuerdos personales.

Alfonso Calderón Squadritto en La Serena 
En 1952 nuestra sala del Segundo B de Humanidades estaba en un rincón de la vetusta Casona de Cantournet, cuyo lado sur poniente tenía una pared semi destruida; colindaba ella con una en cuyo piso yacían como en un ‘campo-non-santo’ esparcidos y amontonados o desparramados, libros antiguos semi arruinados de teología, filosofía, poesía, historia, química y otras ciencias relacionadas con la biología humana, vegetal, animal, o con la ingeniería de la construcción y sobre todo de la minería; (recordemos que don Ignacio Domeyko llegó a Chile a pedido de las autoridades regionales directamente a La Serena para trabajar en nuestro establecimiento educacional); junto a ellos en este basural de la cultura estaban siete frascos de vidrio de diversos tamaños con pequeños “seres humanos”, llamados despectivamente “fetos”, en su interior: sepulcros de cristal arrinconados sin destino. Pareaba esta sala con otra en la que había un pequeño zoológico de animales embalsamados que compartían su triste cementerio con varios “cachureos históricos”. Conste que ese año había una autoridad educacional que ‘según decían era’ abogado, profesor de Historia y Geografía, que leía alemán, inglés, francés y castellano, y amigo del Señor Presidente de la República; qué lástima que no le solicitara unos dinerillos para restaurar la sección deteriorada del edificio y recuperar y cuidar lo que estaba negligentemente botado por ignorancia supina.
    Bueno, el liceo se mantenía gracias al terrible ‘mono’ y al ‘pórrich’; el primero, el Sr. Inspector General Don Hernán Santana y el segundo, el Sr. Vicerrector Don Eduardo Campos, profesor de Inglés, que dicho sea de paso tenía unas preciosas ‘vicerrectoras’.
    Ahora entro a lo que iba; lo anterior era el escenario de nuestro primer encuentro con el que llegó a ser nuestro amigo.
    Se abre la puerta de la sala, entra el mono Santana, nos ponemos de pié instantáneamente como si hubiéramos estado así y en silencio; tras él aparece un chico petizo, rucio, ojos claros, entre tímido y sonriente en brazos del gran libro de clases; afortunadamente la mesa del profesor estaba sobre una tarima; tras ser presentado como el nuevo ‘Sr. Pfr. de Castellano don Alfonso Calderón Squadritto’, el señor Santana se retiró sin más explicaciones.
    A don Alfonso realmente lo quisimos, lo apreciamos a pesar de que nos hacía sufrir con la exigencia de listas de vocabulario, de resúmenes obligatorios de la lectura de un libro semanal y las respectivas pruebas o controles de lectura, el comentario y el análisis literario; y por supuesto que se atacaba la gramática, la métrica, la poesía, el buen hablar, el buen decir, la dicción, la correcta pronunciación.
    De paso, cómo no recordar la amistad de Alfonso Calderón y Jorge Peña, dos socialistas que sin hacer proselitismo pero unidos por amor al arte deleitaron a la ciudad de La Serena en varias Navidades con los Villancicos y Retablos de Navidad interpretados por la orquesta, coro y actores de la Sociedad Juan Sebastián Bach.
    Bueno, al hacer un alto en estos recuerdos, diré lo agradecido que estoy por la amistad que me brindó don Alfonso como mi profesor de Castellano en el liceo, de Literatura Chilena y de Seminario de Título en la Universidad de Chile; cómo no reconocer su bondad cuando prologó mi libro-poema “DEUDA A JORGE PEÑA HEN” y que después presentó en la Biblioteca Nacional.
Gracias don Alfonso.                                                
pfr. Jilberto Molina Rojas.
Alfonso Calderón  y Jorge Teillier en La Serena














Alfonso Calderón y "La pandilla serenense estilo siciliana"

jueves, febrero 04, 2010

Cementerio de Coquimbo 4 de febrero de 2010

Hoy estuve en el funeral de Susana Moya en el Cementerio de Coquimbo. Al llegar a la Casa de la Cultura de La Serena, Marcela Reyes, mi amiga poeta, me informó de la repentina muerte de Susana. Me invadió una tristeza enorme al constatar cómo Chile ha tratado a sus poetas.
Ella no se merecía un final como éste, desencantada y casi en la inopia. Chile le debe mucho a sus poetas. Sin embargo, a los gobiernos de la Concertación le hemos importado harto poco. Han sido más relevantes los saltimbanquis y tragafuegos, las muñecas absurdas que duermen mientras miles de santiaguinos más absurdos aún, esperan a que despierte; hay gigantes y cosas muy estúpidas que movilizan con pan y circo, porque a estos gobiernos, tal como al de Pinochet, no les interesó jamás que existieran los hombres y las mujeres de palabra, de la palabra en la palabra, con ella y desde ella para decir el mundo poética y críticamente, que es la única manera que es posible de decirlo y habitarlo.
Es una deuda histórica la que tiene este país con sus escritores. Y ya es hora de ponerse firmes y defender lo que nos corresponde porque un país sin poetas no es más que una tierra baldía.
Hasta pronto, Susana Moya, ya nos veremos donde quiera que se trate bien a los poetas, es decir con dignidad y con respeto a este trabajo que hacemos desde la sombra.