Hoy se soltó de mis manos una bolsa con frutas podridas que habían quedado olvidadas en la bolsa de las compras hace unos días.
Era una masa negra y acuosa y fétida que se repartió entre el piso de la cocina y mis piernas.
Salí con mi tazón de café a disfrutarlo en la terraza, entre mis plantas, y de pronto vi que esa agua podrida, ya seca en mis piernas brillaba como puntos de luz con olor a trascendencia.
Pensé que así quedaban los muertos en los ataúdes metálicos: masa negra, hilachas, agua.
¡Oh! por los que otrora fueron frutas deliciosas, mujeres fragantes y hombres en todo su esplendor, ahora son polvo de estrrellas.
Era una masa negra y acuosa y fétida que se repartió entre el piso de la cocina y mis piernas.
Salí con mi tazón de café a disfrutarlo en la terraza, entre mis plantas, y de pronto vi que esa agua podrida, ya seca en mis piernas brillaba como puntos de luz con olor a trascendencia.
Pensé que así quedaban los muertos en los ataúdes metálicos: masa negra, hilachas, agua.
¡Oh! por los que otrora fueron frutas deliciosas, mujeres fragantes y hombres en todo su esplendor, ahora son polvo de estrrellas.