miércoles, diciembre 23, 2009

Alfonso Calderón escribió... Y porque escribió está vivo, ¿verdad, Lilita?


Homenaje a Alfonso Calderón en Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile, 2009.
En la fotografía: Lila Díaz Calderón, Lila Calderón, Ángel Pizarro, Gustavo Alfonso Barrera Calderón.

Santiago, 30/XI/1995
Ignoro qué me lleva a releer el "Libro de Ruth". Mi hija Lila presenta hoy su libro In Memoriam. Lo leí. Me parece un acierto. Ella vive en función de su propia creatividad, negándose a ser funcionaria de su propia familia. Las hijas lo toleran muy bien. Estoy cierto de que mi depresión y yo formamos parte de la misma entidad. El único antídoto soy yo mismo. A veces, suelo sentir un desánimo que lleva al descontrol, a la incapacidad de atajar miedos y obsesiones. A veces es un naufragio, aunque a menudo cerca de la playa. Puedo, por tanto, llegar braceando a ella. Lectura, luego de más de treinta años, de Fedra. Los parlamentos "suenan" excesivamente. Olor de col que viene del departamento vecino. Meditación sobre lo abierto y lo cerrado. Necesidad de estudiar el tema (Barthes, Deleuze, Vattimo). Creo que hay algo muy importante en El sujeto y la máscara.
Traje de Arlequín
Diarios (1993-1995)
RIL Editores, Santiago de Chile, 2002

viernes, diciembre 18, 2009

Papá, ¡cuéntame otra vez!

He mirado hacia su casa muerta, papá,
más muerta, papá que usted, más muerta;
más muerta que usted en su propia muerte.

Ya no hay llantos, papá mío,
hay rasguños en el alma, solo hay,
más terribles, papá,
autor de libros y mis días,
más terribles, papito, que la propia muerte
la propia muerte que es la muerte suya.

Abra sus brazos, papá,
papá abra sus brazos
que allá voy, otra vez.

Yo, la más sigilosa,
la más profunda dueña suya,
suya como el gesto de mi sonrisa
más suya que el gesto extravagante de la muerte
que me quiso llevar la delantera.

Pase, usted, primero, hija —dice.
—Detrás de  usted, papá—
quiero querer,
ahora que solo van quedando
la piedad,
la sonrisa,
el gesto,
la voluntad,
la compasión por el género humano
que usted enarbolaba
como la más justa de las causas justas.

Y como el tango que tango nos gustaba:
"Nada te debo, nada me debes,
quedamos en paz".


                                           Yasmín Fauas, regalo de cumpleaños mío, 2005

Pero no quedamos
porque falta usted,
señor Alfonso.