domingo, agosto 30, 2009

A tres semanas de la muerte de mi padre






















Fuente: El Mercurio, Revista Domingo, 29 de agosto de 2009

Feliz cumpleaños, Cecilia Calderón


La Serena, 22/ 9/ 1959
María Cecilia, mi hija menor, sonríe lentamente en su cama. Nació a fines de agosto, es muy pacífica y presumiblemente, no posee la energía nerviosa y la pasión de ver y de ser que mueve a mis otras dos hijas. Lila ha prometido no tener más hijos. Sospecho que es una decisión unilateral. Ceci, esto es lo que mi padre escribió acerca de ti. Lo que yo te escribí en FB, no sé por qué no aparece y ha quedado bloqueado. Cuando se soluciones también lo pondré aquí. Mientras tantos dos fotos de las tres Gracias: Lila, tú y yo. Qué curiosa si te fijas, tú siempre al medio, yo a tu derecha y Lila a tu izquierda.
Besos hermanita

miércoles, agosto 19, 2009

Mensaje para Alfonso Calderón de Gustavo Alfonso Barrera Calderón


Nombrar las cosas es asignarles un destino, y yo llevo tú nombre oculto como un mensaje cifrado, como una marca de letras, una escritura que desde mi nacimiento me puso en el comienzo, o en el final de un recorrido, dependiendo de la dirección que se quiera dar al tiempo. Llevo características tuyas que se manifiestan incluso contra toda voluntad. Llevo también la memoria, esa necesidad de observar todo con detención para que no se escapen los detalles, esos paseos constantes por un mismo espacio físico mientras la mente recorría extensiones imposibles. Me abismo también como tú con la vibración que imprimió algún artista a sus pinturas, algún músico a los sonidos, y comparto esa desconfianza hacia todo lo que aparente ser absoluto e inamovible. Y ese sentido del humor que derriba todas las convenciones.
Vaya entonces este saludo y mi agradecimiento.
Hasta siempre

Este texto fue escrito por mi hijo para despedir a su abuelo Alfonso el domingo 10 de agosto de 2009 en la ceremonia en la Universidad Diego Portales el 10 de agosto de 2009.

martes, agosto 11, 2009

Mi padre, el sabio, ha muerto... Viva Alfonso Calderón



Es curioso, el día 5 de agosto de 2009 recordé y escribí acerca de los poetas en la tumba de Neruda, un hecho acontecido en 1992, del cual no había escrito hasta ahora. La muerte ya se había instalado en mi cabeza y en el corazón de mi papito. ¿Estaría ya mi padre dándome los primeros anuncios de lo que vendría a las 9.23 de la mañana del sábado 8 de agosto? ¿Quien lo sabe?
Cuando mi padre cumplió 40 años se enteró de que lo aquejaba una severa hipertensión arterial. Los genes de mi abuela Roma Squadritto Napoli, que llevamos mi hermana Cecilia y yo como otra marca de herencia se anunciaron en él con la casualidad de los exámenes tipo revisión técnica. Descubrieron que su corazón tenía un tamañano mayor al resto de los corazones.
La gran metáfora: mi parte murió de un infarto fulminante, su corazón enorme tenía que estallar. Casi sin dolor, casi sin darse cuenta, así partió, como lo deseaba. Cuando supe lo que estaba ocuriendo corrí al frente en pijama y me estaba esperando: me regaló la última mirada, me subí sobre su cuerpo y abrazada a él, no me despegué de sus ojos hasta que dejaron de mirarme y se volvieron hacia la ventana donde en la jardinera crecían las flores y entraba el sol de la mañana junto al trimo de los pájaros.
Lo estuve mirando largo rato para que sus ojos azules no se fueran de mi memoria. Y luego le cerré los párpados y me mantuve abrazada a él, hablándole, haciéndole cariño, hasta que sentí un calor que salía de su cuerpo para entrar en el mío. Entonces supe que mi padre quedaba enterrado en mi corazón para siempre, que me seguiría protegiendo para siempre y que habrá de recibirme cuando llegue mi hora.
Cecilia me dijo: "Déjamelo a mí ahora". Entonces lo entregué y crucé a mi casa a escribir, con la música que a él le gustaba, los tangos de Cortázar interpretados por el cuarteto Cedrón.
Desde el dolor escribí en el FB y empezaron a llegar los mensajes de amor de los amigos.
Mi padre, socialista y agnóstico, había sido en su infancia formado en la religión católica que sus padres profesaban con una devoción envidiable, a tal punto que desde muy pequeño, mis abuelos hicieron que mi padre oficiara de monaguillo en la santa Misa, junto a otro niño, Miguel Arteche, su amigo de toda la vida con quien compartieron la vocación poética y sus respectivos sillones en la Academia Chilena de la Lengua.
Sé que Arteche cuando lo supo, lloró mucho, y él con Ximena, su mujer, el día anterior habían estado leyendo antiguos poemas de mi padre.
Esa noche, en la casa de mis amigas nicaragüenses, Elisa, Blanquita y Elisita, nietas de Coronel Urtecho, me dormí mirando el cielo. Había una exageración de nubes que no permitía ver ni un trocito de luz lunar. De pronto creí ver un avión en un espacio que se abrió entre la noche cerrada y se mantuvo quieto largo rato.
No avanzaba ni se movía, sólo parpadeaba... era una estrella gigante, la única en el cielo que seguí mirando hasta que el sueño me cerró los ojos.
Yo le había dicho a mi padre en vida, muchas veces, que él estaba en lo cierto en todo lo que decía, pensaba y opinaba, menos en una: hay otra vida papá, le decía y cuando estés ahí enfrentado al misterio te acordarás de mí y dirás: la niña estaba equivocada en muchas cosas, acaso en todo, menos en algo. "Por suerte había otra vida" habrá dicho, parafraseando el título de un libro de poemas de mi hermana Lila.
Yo le había hecho prometer a mi padre: Si hay esa otra vida en que yo creo, tú me darás una señal. Se lo prometo, hija, respondió sonriendo.
Y cumpliste mi viejo adorado: esa inmensa estrella tan brillante que se hizo un espacio en el cielo negro, veló mi sueño porque era la señal prometida.
Hasta pronto, padre entre todos los padres

Tu "Hija del Celeste Imperio" que te ama y te agradece que estés vivo en mí.

miércoles, agosto 05, 2009

Poetas en la tumba de Pablo Neruda


Dos días antes de que fueran trasladados los cuerpos o" restos mortales" como suele decirse, de Pablo Neruda y Matilde Urrutia a la tumba de Isla Negra, una peridosita de La Segunda y un fotógrafo, invitaron a algunos poetas para hacerles una entrevista "in situ": casa-museo de Isla Negra. Pasaron a buscarnos a Thomas Harris y a mí, a la USACH donde dábamos clases en la Escuela de Periodismo recién inaugurada cuando el director era Erico Carrasco (QEPD).
Fuimos los últimos en ser recogidos porque quedábamos en el camino. Arriba nos saludamos con enorme cariño con Erick Pholhammer, Cristian Warnken y Adán Méndez. Era el jueves 10 de diciembre de 1992.
En el auto la periodista empezó a leer lo que habíamos escrito para la entrevista de este "homenaje" a Neruda y Matilde. No había leído ni media carilla del texto de Erick cuando dijo: No, no, no, los poetas escriben distinto de cómo hablan, así es que mejor yo los voy a ir entrevistando de a uno y continuamos allá cuando almorcemos y se tomen las fotografías para el reportaje.
Saldría al día siguiente en las páginas centrales y salió.
Lo que no previó la periodista fue que al llegar a la casa de Isla Negra, de inmediato fue advirtida de que podíamos ser fotografiados en cualquier lugar de la casa y afuera cerca de la campana, pero que a la tumba abierta y vacía nadie podría acercarse. Había guardias.


-Dijo que no podíamos acercarnos... nos miramos, los poetas.
-Por eso mismo vamos, dijimos en una complicidad que no sabíamos hacia dónde llegaría. Sólo que los poetas como los niños no pueden recibir un NO, porque de inmediato se abre el apetito de hacer exactamente lo contrario. Historia sabida.
Lentamente, haciéndonos los lesos, nos fuimos acercando a la tumba por separado y por distintos caminitos. El fotógrafo nos siguió.

Ya los cinco junto a la tumba, el fótógrafo empezó a dispoarar sus flashes. Thomas y yo andábamos con nuestra cámara fotográfica de todos los viajes y empezó la función: fotos cerca de la tumba, fotos junto a la tumba, fotos de Cristian Warnken poniendo sus Noreste en la tumba; fotos, los poetas de pie, sentados y finalmente acostados adentro de la tumba en posición de muertos (idea mía). Cabíamos cuatro juntos y a Adán Méndez, lo pusimos acostado a nuestros pies. El fotógrafo estaba trastornado y debió sacar varios rollos. Nada estaba planeado, todo fue fluyendo acorde a las ideas que iban apareciendo disparadas por el rayo del delirio.
Al día siguiente aparecimos en la portada del vespertino y adentro la entrevista en las páginas centrales y fotografías decentes (quiero decir "normales") de cada uno de nosotros.
Acá dejo el testimonio fotográfico: nos dimos el baño de tumba que aconsejaba Neruda en algún poema; calentamos con nuestros cuerpos vivos y poéticos el lugar sagrado, donde al día siguiente dejarían para siempre y sellado los ataúdes de la pareja que tanto se amó.

sábado, agosto 01, 2009

Ajuste de cuentas

Para ti, mi amor, mi angelito, porque hoy te dije "no sé por qué no puedo escribir nada para ti". Pero pude.
Un hombre y una mujer se han amado en un lugar donde el tiempo se detiene, porque un hombre y una mujer se aman en ese lugar donde el tiempo se detiene.
Los relojes toman distancia en ese pueblo junto al río Maipo cada vez que el hombre y la mujer se miran y ríen y lloran y se abrazan como niños grandes que encontraron un trozo de sol para el futuro que se abre allí donde sólo dominaban los abismos.
Se han quedado ciegos los cerros y el sol derrite la nieve de altas cumbres. Un pueblo entre montañas infinitas nos recibe con las plazas abiertas y las aguas del río que corren azules cantando para nosotros porque empieza la fiesta cada vez que llegamos agradecidos de la vida que nos queda.