Techi, Chani, Flo, Pat, Noel, Jesu, Pili, Cata, Cam, Dan, Bir…
Esa era mi chica, Peggy Sue, como cantaba Buddy Holly. Venía malito el Tarot, pero da lo mismo, Leonor no de Aquitania, sino del barrio San Diego; Aldonza Lorenzo del colegio de monjas, el Santa Rosa, tú que pedías que en los años futuros te lo pasaran en cruz para que no fuera pecado, ahora que llegaron y pasaron los años venideros y no quedó títere con cabeza y ninguna, salvo tú, pudo ser soberana de ningún reino sobre el mar, allí están tus alucinados papeles, y todas se hundieron en las brumas de la locura y parieron sus hijos en hospitales públicos, nunca reinas del tablero de ajedrez, del que sepa Moya quién mueve las piezas, sino temporeras, obreras, costureras, profesoras y bailarinas de quintas de recreo, te aviso y te prevengo que esperaré tu funeral, no un jueves, en París y con aguacero, sino en el Parque del Recuerdo de Santiago. Voy a caminar por la Avenida de la Paz con un tocacintas y un casette de Albinoni y me sentaré en tu tumba a escuchar el Adaggio. Pondré sobre tu lápida la carta del ahorcado, con los pies hacia abajo.
Tú sabes, Peggy Sue.
Tú sabes, Peggy Sue.
Enero 09.