He mirado hacia su casa muerta, papá,
más muerta, papá que usted, más muerta;
más muerta que usted en su propia muerte.
Ya no hay llantos, papá mío,
hay rasguños en el alma, solo hay,
más terribles, papá,
autor de libros y mis días,
más terribles, papito, que la propia muerte
la propia muerte que es la muerte suya.
Abra sus brazos, papá,
papá abra sus brazos
que allá voy, otra vez.
Yo, la más sigilosa,
la más profunda dueña suya,
suya como el gesto de mi sonrisa
más suya que el gesto extravagante de la muerte
que me quiso llevar la delantera.
Pase, usted, primero, hija —dice.
—Detrás de usted, papá—
quiero querer,
ahora que solo van quedando
la piedad,
la sonrisa,
el gesto,
la voluntad,
la compasión por el género humano
que usted enarbolaba
como la más justa de las causas justas.
Y como el tango que tango nos gustaba:
"Nada te debo, nada me debes,
quedamos en paz".
Yasmín Fauas, regalo de cumpleaños mío, 2005
Pero no quedamos
porque falta usted,
señor Alfonso.
5 comentarios:
Gracias por la vida, papá.
Extraño...
volveré para comentar con calma.
Me conmueve un amor tan grande que jamás conocí y que a través de tus palabras, trato de imaginar....
un hermoso y sentido tributo
Therese: Expresas tus dolores con una intensidad que supera el imaginario de Dios.
Mi niñita hermosa eres de una trascendencia que asombra a la vida.
Te adoro
Gregorio Angelcos
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