Hojas arrancadas de la libreta de apuntes
Mayo 68
share your files at box.net
Detengo mis ojos cuando apareces. Te recorro de punta a cabo. Estás delgado. Eres hermoso. Más hermoso que nunca, mucho más todavía. El tiempo regresa trayendo tus caricias, las primeras sobre mi cuerpo despejado. Ahora el tiempo ha vuelto y se repliega. Entonces mis ojos caen sobre tus manos delgadas y ágiles que en este mismo momento tomaría por asalto.
Tú hablas, pero no te escucho, porque ya no estoy aquí. Viajo en le vértigo hasta hace miles de años, vidas pasadas y nos veo bailando. Adamo canta, mientras pasa la noche en que estoy cumpliendo mis 13 años; todos bailan a nuestro alrededor y tú me besas, acaricias mi pelo largo y sonríes. Y te desconcierto con lo que te digo y quizás te hago sentir incómodo, encarcelado en mis preguntas celosas.
El tiempo va y vuelve, me confunde y no sé, no podría asegurar nada. Estoy abrazada a ti en el año 2001, el que no llegaría jamás, porque era solo el nombre de una película que vimos juntos, toda una odisea en el espacio y nosotros flotando en la oscuridad de la sala de cine. Yo tengo 13 y tú, 15 y hablamos de casarnos cuando fuéramos grandes, seríamos tan felices, tendríamos muchos hijos que se parecerían a ti y a mí, algún día, tal vez, mientras seguimos bailando, aquella noche en que fuiste el cazador y el amo del palomar.
Mira cómo han venido a resultar las cosas, todo esto que parece un cuento donde nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos.
Cómo podría olvidar. Cómo quitarle a la memoria cada una de esas tardes calurosas en que la pasión, con toda su fuerza y su inocencia, se apoderaba de nosotros, tomaba nuestros cuerpos sin miramientos a la inexperiencia que nos arrastraba; era el placer en su estado puro, donde todo ocurría simultáneamente. Nosotros, éramos el deseo, sin razón ni sinrazón posibles.
Tanta juventud gozándose a sí misma, abrazados sobre la cama y yo, con mi uniforme de niña de las monjas, navegando sobre tu cuerpo enfundado en un pantalón blanco, llenándonos de besos cuando todo estaba recién comenzando.
No teníamos conciencia. Fuimos juntos un solo anhelo que nos hacía temblar y el mundo entonces se reducía a ese pedazo de tarde caliente en tu casa o la mía, deseándonos.
Todo fue contigo. Todo lo importante, lo esencial, comenzó contigo: el primer beso en el patio de mi casa, el primer orgasmo dónde no entendía lo que me estaba pasando. Cada minuto a tu lado vivido tan intensamente.
Cuando te mostré mis pechos, que tus manos solo adivinaban por encima de mi blusa, en el pasillo que conducía a mi dormitorio, durante esas despedidas eternizadas por horas y horas, me preguntaste si podías besarlos; dijiste que era la primera vez.
–Pero con una condición –dije– que no se lo cuentes a nadie.
Nunca imaginé que algún día iba a llorar por amores atrasados. Después de esa tarde en que me dijiste que ya no querías mi amor y yo pensé que se trataba de una broma, pero tú eras divertido no bromista y traté de reírme y apareció en su lugar una mueca que debió ser atroz, porque tú empezaste a llorar y me abrazabas. Entonces supe que era cierto: mi amor te sobraba.
–¿Y qué hago con todo esto que siento por ti?
Como no respondiste, seguí llorando. Cuando se terminó toda el agua que saltaba en mi cuerpo, te miré fijamente y te odié. De inmediato y sin pensarlo, con la misma fuerza con que te había amado, te grité que salieras de mi casa para siempre. No quería verte nunca más. Todo lo que amo se transforma en odio, ahora mismo, abracadabra.
Y eso que prometí hace tantos años, quizás sea la única promesa que no pude cumplir, porque estoy aquí, escribiéndote y llorando por nuestros sueños, por este azar que te ha vuelto a poner en mi camino.
En realidad, el recuerdo me traiciona, esa fue solo otra de mis promesas incumplidas contigo. Te quise, te odié, pero no volví a llorar por ti, hasta ahora, que todo viene como una vieja y amada película que nos alegró ese verano tan breve de la vida.
Esa promesa no pude cumplirla. Pero hay otra, que tú y yo no hemos olvidado: pasara lo que pasara en la vida, quedaba algo pendiente. Haríamos el amor de verdad alguna vez. Nuestro tiempo solo se completaría cuando tú pudieras entrar en mí, sin miedo, sin ansiedad. Yo, mientras tanto espero por ese amor inconcluso allá en el tiempo en que la adolescencia comenzaba a apoderarse de nosotros.
Tuya desde siempre
Catalina
De: Amiga mía, novela, Alfaguara, 2003
Mayo 68
share your files at box.net
Detengo mis ojos cuando apareces. Te recorro de punta a cabo. Estás delgado. Eres hermoso. Más hermoso que nunca, mucho más todavía. El tiempo regresa trayendo tus caricias, las primeras sobre mi cuerpo despejado. Ahora el tiempo ha vuelto y se repliega. Entonces mis ojos caen sobre tus manos delgadas y ágiles que en este mismo momento tomaría por asalto.
Tú hablas, pero no te escucho, porque ya no estoy aquí. Viajo en le vértigo hasta hace miles de años, vidas pasadas y nos veo bailando. Adamo canta, mientras pasa la noche en que estoy cumpliendo mis 13 años; todos bailan a nuestro alrededor y tú me besas, acaricias mi pelo largo y sonríes. Y te desconcierto con lo que te digo y quizás te hago sentir incómodo, encarcelado en mis preguntas celosas.
El tiempo va y vuelve, me confunde y no sé, no podría asegurar nada. Estoy abrazada a ti en el año 2001, el que no llegaría jamás, porque era solo el nombre de una película que vimos juntos, toda una odisea en el espacio y nosotros flotando en la oscuridad de la sala de cine. Yo tengo 13 y tú, 15 y hablamos de casarnos cuando fuéramos grandes, seríamos tan felices, tendríamos muchos hijos que se parecerían a ti y a mí, algún día, tal vez, mientras seguimos bailando, aquella noche en que fuiste el cazador y el amo del palomar.
Mira cómo han venido a resultar las cosas, todo esto que parece un cuento donde nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos.
Cómo podría olvidar. Cómo quitarle a la memoria cada una de esas tardes calurosas en que la pasión, con toda su fuerza y su inocencia, se apoderaba de nosotros, tomaba nuestros cuerpos sin miramientos a la inexperiencia que nos arrastraba; era el placer en su estado puro, donde todo ocurría simultáneamente. Nosotros, éramos el deseo, sin razón ni sinrazón posibles.
Tanta juventud gozándose a sí misma, abrazados sobre la cama y yo, con mi uniforme de niña de las monjas, navegando sobre tu cuerpo enfundado en un pantalón blanco, llenándonos de besos cuando todo estaba recién comenzando.
No teníamos conciencia. Fuimos juntos un solo anhelo que nos hacía temblar y el mundo entonces se reducía a ese pedazo de tarde caliente en tu casa o la mía, deseándonos.
Todo fue contigo. Todo lo importante, lo esencial, comenzó contigo: el primer beso en el patio de mi casa, el primer orgasmo dónde no entendía lo que me estaba pasando. Cada minuto a tu lado vivido tan intensamente.
Cuando te mostré mis pechos, que tus manos solo adivinaban por encima de mi blusa, en el pasillo que conducía a mi dormitorio, durante esas despedidas eternizadas por horas y horas, me preguntaste si podías besarlos; dijiste que era la primera vez.
–Pero con una condición –dije– que no se lo cuentes a nadie.
Nunca imaginé que algún día iba a llorar por amores atrasados. Después de esa tarde en que me dijiste que ya no querías mi amor y yo pensé que se trataba de una broma, pero tú eras divertido no bromista y traté de reírme y apareció en su lugar una mueca que debió ser atroz, porque tú empezaste a llorar y me abrazabas. Entonces supe que era cierto: mi amor te sobraba.
–¿Y qué hago con todo esto que siento por ti?
Como no respondiste, seguí llorando. Cuando se terminó toda el agua que saltaba en mi cuerpo, te miré fijamente y te odié. De inmediato y sin pensarlo, con la misma fuerza con que te había amado, te grité que salieras de mi casa para siempre. No quería verte nunca más. Todo lo que amo se transforma en odio, ahora mismo, abracadabra.
Y eso que prometí hace tantos años, quizás sea la única promesa que no pude cumplir, porque estoy aquí, escribiéndote y llorando por nuestros sueños, por este azar que te ha vuelto a poner en mi camino.
En realidad, el recuerdo me traiciona, esa fue solo otra de mis promesas incumplidas contigo. Te quise, te odié, pero no volví a llorar por ti, hasta ahora, que todo viene como una vieja y amada película que nos alegró ese verano tan breve de la vida.
Esa promesa no pude cumplirla. Pero hay otra, que tú y yo no hemos olvidado: pasara lo que pasara en la vida, quedaba algo pendiente. Haríamos el amor de verdad alguna vez. Nuestro tiempo solo se completaría cuando tú pudieras entrar en mí, sin miedo, sin ansiedad. Yo, mientras tanto espero por ese amor inconcluso allá en el tiempo en que la adolescencia comenzaba a apoderarse de nosotros.
Tuya desde siempre
Catalina
De: Amiga mía, novela, Alfaguara, 2003
9 comentarios:
casan bien el texto que estremece y aviva la marca encendida del primer beso , las lágrimas negras de la canción y la muchacha que llora lágrimas de sangre.
besos therese
Hola: pase por tus tierras virtuales y me encontre con un desgarro del corazon. Son palabras sinceras y abiertas a la juventud siempre espectante de la vida que ama.
Bello.
Me encanto... volvere a visitar
muchas veces me pregunto porque hay gente que hace volar a las personas con simples letras, entonces ahi salta mi profe de filosofia y me dice que el lenguaje creado por los hombres para hacer su mundo, que realmente el mundo no existe sino es en el lenguaje y lo uno con lo que dice mi profe de lenguaje cuando dice que el lenguaje es capaz de crear mundos ficticios, y alli quedo flotando entre 2 ideas una real y otra ficticia, entonces alli llega mi polola y me une ambos mundos diciendo: la vida bebe es tan magica... tu eres mi sueño, ese que siempre tube, y asi mi amor tú eres mi mundo... ese que para mi era ficticio... y que cuando llegaste tú fue real.
Me encantó tu cuento therese ;)
nos veremos muy pronto.
osito.
Gracias colombine
Gracias Andrés
Gracis ozitoh!
...la musica de la poesia...
...y la poesia de la musica...
nada mas que hacer ...
ahi nace y muere todo...
con amor....
Hermoso, con lágrimas y música y palabras.
Gracias Prekario
Gracias Lila
Hay libros que se escriben sobre la carne misma.
Son esas cicatrices que nos hablan
y sangran
cuando el tiempo se rinde a su derrota
un puñado de signos que apenas
comprendemos
y eran el beso intacto de la vida.
Texto : Ada Salas
Lindo amor el que nos salva de las garras del sufrimiento y que a veces nos manda al abismo si fuera por mi opinión sincera, requiero de un capitulo o de un subtitulo a la izquierda de la pantalla que diga continuara.
En pocas palabras requiero la segunda parte de esta historia o más bien la exijo…
Publicar un comentario