domingo, febrero 25, 2007

Somos una familia terrícola


Mi papá siempre dice que somos una familia terrícola, pero no entiendo por qué lo repite como si se nos fuera a olvidar. Mi mamá aclara que es solo una forma de decir.

Yo preferiría que él demostrara científicamente por qué somos terrícolas y no extraterrestres. Así se lo dije y a él se le ocurrió que hiciera un listado con las actividades que los seres humanos hacemos cada día. Me dio un mes para entregarle los resultados.

Preparé un cuestionario donde además anotaré dudas y observaciones.
Comencé la experiencia acompañando a mi mamá a comprar ropa. Ella quería algo que la hiciera ver delgada y alta, pero en ninguna tienda encontraba lo que imaginaba. Las vendedoras insistían en modelos sastre, le ofrecían faldas y blusas de seda, pero ella creía más en el espejo que en la niñas que la llenaban de alfileres. ¡Y cómo se enojó cuando le llevaron una talla equivocada! Aclaró que tal modelo era para extraterrestres, y entendí que esa debía ser la ropa que usaban ellos.

Al llegar a casa, mi mamá quitó las etiquetas porque le picaban. La talla decía 48 aunque ella siempre pidió 44. Deduzco que los extraterrestres tienen talla 48. Con unos zapatos altísimos caminó horas por la casa, “para acostumbrarlos”, dijo. ¿A qué tenían que acostumbrarse los zapatos?

—¿Quieres que después ande tambaleándome como extraterrestre en la calle?

Anoté la frase junto a las dudas de la clase de biología donde se habló de los órganos más importantes del cuerpo humano. Alguien preguntó qué pasaría si tuviésemos dos corazones; la profesora dijo que como eso no era normal, no podía dar una respuesta para un caso hipotético, pero el Pepe Correa dijo que si los extraterrestres tenían dos corazones, en ese caso no sería anormal. El asunto se fue complicando tanto, que al final me di cuenta que sólo los extraterrestres podrían ser normales.


Concluido el mes, le mostré orgulloso mis observaciones al papá. Sonrió mientras se preguntaba qué opinaría un extraterrestre al leer el documento. Se los enviaré por e-mail, le respondí.

Este cuento los escribimos, hace algunos años, con Lila, por encargo de Santillana para un texto escolar de Lenguaje y Comunicación. En la fotografía aparecemos en la puerta de nuestra casa de infancia en La Serena, Larraín Alcalde 1187. Las nostalgias de infancia no terminan con el verano.

5 comentarios:

Thérèse Bovary dijo...

¿Te acuerdas, Lilita, cuando escribimos este cuento?

Lo pongo como un entremes, mientras llegan los modelos de trajes de enfermera que nos enviará la (de)sastra de doña Eduviges.

La foto es de hace unos cuatro años más o menos.

Lila Magritte dijo...

Pero la casa que era rosada, maravillosa y llena de flores, ahora es tan neutra que perdió toda su magia. Además no nos vemos bien ¿y por qué tengo el pelo tan feo? y tú te ves más gorda de lo que eres (porque eres flacaaaaaaaa), lo interesante es que recuerdo claramente que me subí a la barandita para verme más alta, pero con ese pelo, veo que no era necesario.

Lila Magritte dijo...

¿Viste el mensaje de la Juani en el anuario? ¿Te llamó?

Thérèse Bovary dijo...

Siiiiiiiiip

Thérèse Bovary dijo...

¿Y tú viste el mensaje en el infante de mondragón?
¿Y en el Heraldo?