martes, octubre 17, 2006

Despedida a Gonzalo Millán

Para despedir a un poeta

Mi bisabuela le decía a mi abuela, mi abuela a mi madre y mi madre a mí, que cuando moría algún miembro de la familia, entonces nos preparáramos, porque antes de terminar el año, se llevaba a dos más con él.
Pero este 2006 dejó le pelería. Año del exterminio. La guadaña no dio tregua. Por deformación profesional paso lista: Stella Díaz Varin, Eliana Navarro, Juan Godoy, Tristán Altagracia, Sonia Guralnik. Y ahora tú, Gonzalo, mi maestro de la autobiografía.
Durante la madrugada que iba desde el viernes al sábado cerraste la puerta por dentro. Los días previos, estando en plena primavera de pólenes santiaguinos, llovió descaradamente y además hubo dos temblores que agitaron la tierra. Dije que me parecía extraño. Ahora entiendo: el cielo preparaba la escenografía para la llegada de Gonzalo Millán, el más joven de la Generación del 60, que ahora se encuentra aquí casi en pleno, despidiéndote.
Ya se sabe, los poetas tenemos dos familias, esa donde llegamos sin tener arte ni parte, y la otra, la que podemos elegir. Y hemos elegido a la de los poetas. También estamos nosotros, los poetas de los 80, los NN, ¡Con qué nombre tan exacto diera Jorge Montealegre para nuestra generación!
Hace uno o dos meses, Gonzalo, me dijiste que de algún modo sentías un privilegio esta enfermedad con tiempo reglamentario, como en el fútbol; que te permitiría poner tus cosas en orden y dar forma a tu libro Veneno de escorpión azul; el diario de tu via crucis, pensé yo.
¿Cómo será esto de morirse? ¡Qué huevá tan rara! Me produce tanta curiosidad, pensabas en voz alta, con ese registro extraño que tenías y que te impidió decir frente al país, por televisión en directo, pero sobre todo en vivo, algunas palabras, cuando te entregaron el Premio Altazor, el pajarraco ¿Te acuerdas de esa noche, cómo gritábamos y aplaudíamos con la Mané cuando dijeron que tú eras el ganador? Winer, winer, gritábamos con la Mané, que te cuidó tanto y tanto ha llorado y tanto te ha amado.
Gonzalo, tal como en el cuento del Príncipe Feliz, ya pasó por aquí el ángel enviado por el mismísimo Dios Padre, a buscar tu corazón para entregarlo como la joya más grande que encontrara en la tierra.
Lamento, el sábado, no haber alcanzado a llegar para abrazar tu cuerpo muerto. Tampoco podré besar tu noble calavera, pero cada vez que leamos tus poemas, Gonzalo, tú renacerás de las cenizas. Y también, cada vez que dos o más nos reunamos en tu nombre, ahí estarás tú.
Le dije a Tomás, ayer en la mañana, quizás para consolarnos, que ya habías llegado al cielo, sin hacer ninguna escala, y que seguramente estarías encendiendo un cigarrillo, porque ahí no hay cubículos sellados para fumadores. Agregué que ya estarías sentado a la mesa del gran banquete celestial que Dios prepara a los poetas. Pero a Tomás le salió del alma, que a él, mejor lo mandaran al infierno, no quiero ver más a ningún poeta. Caso cerrado.
Ahora, Gonzalo, descansa un rato, porque han sido muy duros estos meses. Pero mañana te pones a enseñarle a los ángeles a escribir sus autobiografías, las que por cierto, han de ser más interesantes que las nuestras.
Ah, y por favor, dale mis saludos a don Alonso Quijano y a Julio, el cronopio.
Te escribí un e-mail a zonaglo@elcielo.com pero me rebotó: tal vez alguna errata. Después lo he pensado mejor, y le voy a pedir a Floridor Pérez que me dé las señas de Pedro Urdemales para enviarte una carta manuscrita con sello de correo y todo, antes de que hasta eso se termine.
Espéranos en el cielo, corazón, no te muevas de ahí, verás que serafines y querubines son buenas personas.
Adiós, Gonzalo, o más bien hasta pronto, ya sabemos que este cuento termina rápido.
Amén.

Teresa
22 de octubre de 2006
Cementerio General de Santiago de Chile
Crematorio.

12 comentarios:

Amapola dijo...

Del blog de Mentecato he caído aquí como en cascada natural, impulsada por el resorte(o la intuición) de saberme entre letras gustosas.
No me equivoqué, y a pesar de no haberme equivocado me voy atravesada por las lágrimas y sobrecogida de tiempo y poesía.
Ha sido bueno venir, un honor de los pocos que me alimentan cada día.
Y volveré.

Mi beso de opio Teresa

Thérèse Bovary dijo...

Gracias Amapola.
Es tan doloroso ver partir a los amigos. A Gonzalo lo despedimos con poesía, lo despedimos cantando, lo despedimos llorando. Y otra vez poesía y canciones: la función debe continuar.

Recién me informan que ha caído otro escritor chileno: Antonio Avaria.

Que pare un ratito la muerte por este año, que nos dé tregua por lo menos, para alcanzar a reponernos de uno y empezar a llorar al que sigue.

grandchester dijo...

Frente a la muerte no hay argumentos.

Perdón por irrumpir en tan
mal momento.

Hermosa despedida.
Amorosa.

mentecato dijo...

Querida Therese:

Al único poeta que pude despedir fue a mi muy amado amigo y camarada de mil bares y batallas Rolando Cárdenas. No pude ante Jorge Teillier, Stella Díaz (el día que la velaron en la Sech fui al lanzamiento del libro de Mario Guíñez, hijo de mi compañero de Castellano en la U. de Chile Pablo Guíñez. Stella estaba en una habitación contigua y yo, desde el fondo de mi alma, la abracé con amor. Muchas veces bebimos un vinillo blanco y perfumado, y charlábamos interminablemente).

Tampoco fui al último adiós del poeta Salvattori Coppola, de quien yo era parte de la familia (a Inés, su viuda, le prometí visita para la próxima semana).

¡Ay! Amados poetas, ¿cuándo hallaremos la pócima de la eternidad? ¿Y los bares, y los paraísos perdidos, y la vida que nos prometimos soñar, y los sueños que nos prometimos vivir...?

Adiós, Gonzalo.

Y para ti, Therese, un cordialísimo abrazo.

Thérèse Bovary dijo...

Ay, Mentecato, parece que la vida nos tenía que poner en contacto, porque teníamos mucho en común, anhelos, amigos y un deseo inmenso de estar vivos y concientes de pie sobre la tierra... mientras dure y vengan otros a despededirnos.
Hasta pronto amigo Mentecato
Su admiradora
Therese

Lila Magritte dijo...

La muerte camina demasiado rápido. Nos alcanza.

Por favor respóndeme urgente. ¿Murió Avaria?

Casiopea! dijo...

Pues aún no sé a qué saben estas despedidas, pero suena muy triste y lejana la tuya, sin embargo no hay palabras para mi que puedan expresar una despedida, pero me queda el llanto

Thérèse Bovary dijo...

Sí, Lilita.
Antonio Avaria murió
durante la madrugada del lunes.
Lo supe ayer.
Y hoy ya está bajo tierra
o decorando el Oriente Eterno.
Eso no se sabe.
No lo informan los diarios
ni viene nadie
de esos remotos lugares
a contarnos nada.
No sabemos.
Nadie sabe.

Therese

Hipolitta dijo...

Hermoso homenaje al amigo...
No te preocupes de escribirle con lapiz y papel a correos astrales.
Ya te vas a dar cuenta que tendrás una conversación interior inacabable.
Eso pasa, sí o sí, sea una agnóstica o creyente.

Nunca los que de veras importaron se nos mueren del todo

Saludos

Hipolitta dijo...
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Fortunata dijo...

La muerte golpea y llama a las ventanas, nos arrebata a seres que queremos y nos recuerda que amar es ahora, ahora, no lo podemos dejar para luego.(Mi amigo apresaba las luces y las sombras con su cámara)
Un abrazo

S. M. L. dijo...

Querida amiga
Nuevamente, gracias por tus palabras y tus declaraciones de amor y odio. Me llegan a lo más profundo. ¿Eres la laureada poeta? Tal vez algún día nos crucemos por la calle o nos veamos de frente, incluso puede que hable contigo. Tú no sabrás quién soy y no podrás arrojarme el veneno prometido. Mi levedad de mediocre anónimo será mi escudo.