martes, diciembre 26, 2006

¿Qué se hicieron?


Gilbert Becaud, Nathalie.

(A Cartas y Carteras ha llegado una página de las Memorias de Alfonso X, el Sabio. Quiero compartirlo con ustedes, mis buenos amigos de La Red ciberespacial).

¿Qué se hicieron los símbolos de la década del 60? Nathalie, el café Pushkin, la Plaza Roja, la tumba de Lenin y esa canción de Gilbert Becaud que invitaba al amor y a la nostalgia? ¿Qué fue del orden de la Revolución, de la alabanza del amor y el rechazo de la guerra? ¿Qué fue de los ídolos de Woodstock, de Jimmy Hendrix, de los poemas de Cardenal y de las líneas de fuego, del rescate de las barricadas, en París, ese mayo del 68?
Era la dulzura extraña de un mundo que llamaba al cambio, acunado por la música de los Rolling Stones y de los Beatles, por las canciones de Dalida y la lectura de "Rayuela", por Sartre que sentía como deber alentar a la juventud, pero estos, con desmesura y desparpajo, lo rechazaban por viejo y por "latero".
Todos querían ser jóvenes, ideólogos y hombres de acción. ¿Qué fue de tanta belleza y juventud?
Mi hija Teresa me lo ha preguntado más de una vez, porque entonces ella sólo tenía quince años y leía a Neruda y a Vallejo. Y ahora, ella me trae la pregunta en forma de canciones, las de Ismael Serrano, un hombre que ha tomado el relevo de la Nueva Trova cubana, de Joan Manuel Serrat y de Sabina. Una de ellas, cuyo nombre es "Papá, cuéntame otra vez", pone todo en claro. La copio aquí, en este "Diario", sin ánimo juvenilista y nostálgico, dado que, para mayo del 68, yo me acercaba a los 40 y me irritaba el desparpajo anárquico de los hechos, la irresponsabilidad y los tanteos de un poder que pondría las cosas en su lugar –como dice todo joven-.
"Papá, cuéntame otra vez ese cuento tan bonito/ de gendarmes y fascistas y estudiantes con flequillo./ Y dulce guerrilla urbana de pantalones de campana y canciones de los Rollings y niñas en minifalda./ Papá, cuéntame otra vez, todo lo que os divertisteis,/ estropeando la vejez a oxidados dictadores y cómo cantaste "Al Vent", y ocupasteis la Sorbona/ en aquel mayo francés en los días de vino y rosas./ Papá, cuéntame otra vez, esa historia tan bonita, de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,/ y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,/ y cómo desde aquel día todo parece más feo./ Papá, cuéntame otra vez que tras tanta barricada, / y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,/ al final de la partida no pudisteis hacer nada,/ y bajo los adoquines no había arena de playa./ Fue muy dura la derrota, todo lo que se soñaba/ se pudrió en los rincones,/ se cubrió de telarañas y ya nadie canta "Al Vent",/ ya no hay locos, ya no hay parias, pero tiene que llover,/ aún sigue sucia la plaza./ Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint-Denis,/ qué lejos queda Jean-Paul Sartre,/ muy lejos aquel París,/ sin embargo a veces pienso que al final/ todo dio igual; los ostias siguen cayendo sobre quien habla de más./ Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad;/ ahora mueren en Bosnia, lo que morían en Vietnam,/ ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam.../los que morían en Bosnia, ahora mueren en Bagdad,/ los que morían en Bosnia, ahora mueren en Bagdad".

La vida real ha dejado de ser una mascarada. ¡Adiós a todo eso!

Alfonso Calderón, "¿Qué distingue un día de otro?" (Diario, 2007) (Inédito)


Ismael Serrano, Papá, cuéntame otra vez.


Y para ilustrar mejor la atmósfera de lo aquí expuesto, me permito incorporar, a pedido del padre de Therese, estas músicas que he bajado especialmente para él.


(Imagen de la tumba de Dalida en Montmartre. Para saber más hacer click en las palabras ¿Qué se hicieron? y llegarán a un link que desarrolla el tema)

martes, diciembre 19, 2006

Coro de la Hermandad del Rocío de Huelva


share your files at box.net

share your files at box.net

Un regalo maravilloso de Colombine.

viernes, diciembre 15, 2006

Cleopatra en Roma

Un regalo de Lila Magritte para Therese. Recuerdos de película para el fin de semana.

domingo, diciembre 10, 2006

ACTUALIDAD

Este poema fue escrito a principios de los años 80, cuando en Chile temblábamos los que nunca nos quisimos ir al exilio. Lo escribí por mí, por mis amigos, por mis muertos queridos, pensando que el futuro era imposible y que jamás estaríamos vivos para decir por fin, el dictador ha muerto.

Y como dice el refrán:
No hay plazo que no se cumpla
ni deuda que no se pague.

Pinochet ha muerto. Por fin ha el fantasma ha desaparecido para siempre. Ahora resta esperar que los juicios continúen, que se devuelva todo lo robado, y seguir pidiendo que alguien entregue la respuesta que todos buscamos: ¿Dónde están todos los muertos que faltan todavía?


ACTUALIDAD

Después ha ido cundiendo 1a espesura,
las malas artes superaron en verdad a la verdad
y andamos vistiéndonos de burla
que no vea la cara que reímos de su cara.
Tanto miedo es la única mordaza:
todo gira al compás del simulacro.

Se acumula la ceniza.
La camuflan de apariencia
y ya no saben qué hacer
con tantos muertos.
Se esconden todas las palabras;
que el viento en su costumbre no las pierda.

En la alquimia, confundido de la noche a la mañana,
un guerrero dicta leyes a destiempo
y vuelve a apagarse en la medida justa del engaño.
El monarca pide cuentas a la historia
y bebe a la salud de sus difuntos.

Quizás si en el silencio esté la solución.
Para qué dar vueltas a lo mismo.
Dejemos descansar a la pregunta
que no pueden venir tiempos peores.

miércoles, diciembre 06, 2006

LAURA

(Laura y Petrarca)

Fui a la casa de Colombine y encontré esta letra de una bella canción. La robé para mí, para dedicarla a la que fui, a la que soy, la que estoy siendo.
Espero que no te molestes, Colombine.


LAURA

Y hoy que puedo escribirte una canción
recuerdo cuando llegaste
con el misterio de los sencillos,
inquietos los ojos, el cuerpo altivo.
Con la sonrisa de tus dedos
llenaste mis acordes
con cada nota de tu nombre, Laura.

Me es muy difícil recordar
cuantos escenarios han vivido
nuestra angustia por el hoy,
nuestra alegría por el mañana...
En casa, entre tantos compañeros,
o en un triste exilio allende el mar
nunca ha faltado tu aliento, Laura.

Y si el azar te lleva lejos
que los dioses guarden tu camino,
que te acompañen los pájaros,
que te acaricien las estrellas.
Y en un rincón de esta voz
mientras pueda hacerla oír
siempre estará escondido tu sonido, Laura.

LLuis LLach

sábado, diciembre 02, 2006

Nativa
















(El sueño de H.Rousseau)

Nativa

Fui al mercado a comprar cadenas,
gruesas cadenas para ti, mi amor.

Jacques Prevert.

Cuando le dijeron Nativa ella sonrío. Una idea absurda atravesó fugazmente por su imaginación. Pensó en la furia de los volcanes justo antes de entrar en erupción. Él advirtió su gesto y no tuvo que adivinar, porque el pensamiento estuvo dándose vueltas entre la vegetación y quedó, por algunos segundos, enredado entre los mantos de Eva y los troncos con que habían fabricado su casa en un claro de luna, cerca del lago.

El brindó con ese que sería el cuerpo de sus delitos y cerró los ojos mientras la acariciaba bajo el agua. Con la urgencia de un deseo profundo quiso aprenderla de memoria como una lección pendiente, extraviado en la forma de sus piernas, fascinado con la suavidad de su piel transparente.

Ella lo besaba con desesperación para grabarlo en el archivo de su memoria. Nadaba en el humor acuoso de sus ojos tristes y le mordía los labios. Buscaba con sus manos todos los rincones de ese cuerpo que tanto amaba desde tiempos inmemoriales.

Entonces él entendió que ella era música que sonaba con dolor, con urgencia, con olor a nardos, con sabores desconocidos.

Bastó, nada más, un simple movimiento de placas subterráneas para que la alquimia estallara en una convulsión de embriaguez y lágrimas, donde ella fue una mujer perdida en los laberintos de un amor desconocido, y él, un hombre, mucho más que todo un hombre.

miércoles, noviembre 29, 2006

Instrucciones para amar a un ángel


En primer lugar, la afectada por la presencia de un ángel se dará cuenta del hecho enseguida.
Encandilada por un hombre cuya voz jamás había oído, le parecerá perfectamente conocida. El brillo inquietante de unos ojos que la miran, le hará creer haberlos visto desde siempre. Sobrecogida por el ritmo de un baile una tarde de lluvia, usted perderá el sosiego de por vida.
Entonces sus sueños empezarán a llenarse de mares encrespados y cielos que se nublan repentinamente y lluvias que se desatan y vientos que se la llevan en todas direcciones.
Usted desde ese mismo momento quedará a la deriva, perdida, sin brújula, sin voluntad y sin memoria.
Los ángeles no son conscientes de su angélica condición, por lo tanto seguirán actuando en forma natural y humana.
Por lo general los ángeles son poetas. Los ángeles suelen llamarse Tomas, Alfredo, Raúl, Carlos, Antonio, Roberto, Pablo, Andrés Rubén, Gustavo, Diego, Miguel, Juan…
Cuando se encuentre con un ángel, debe hacerle prometer de inmediato y delante de testigos, que más adelante, que tal vez, que algún día, que en la próxima vida….
Los ángeles suelen quedar prendidos en la memoria, abrazados a su corazón, cantando en su alma la música del paraíso.
Para amar a un ángel hay que visitarlo en los sueños; acercarse despacito y hablarle lentamente. Los ángeles se asustan con facilidad al ser reconocidos.
Cuando se enamore de un ángel, usted tendrá que resignarse a que ese ángel jamás se va a enamorar de usted, porque no todas las mujeres tienen en su destino encontrarse con un ángel. Porque las mujeres como yo que se enamoran de hombres como tú están perdidas.
Porque en realidad usted no es una mujer sino una triste ángela caída en la desgracia de un amor tan grande.

martes, noviembre 28, 2006

domingo, noviembre 26, 2006

Una boda trascendente

Querida Therese, te envío esta escena de boda para que tengas en cuenta que las cosas han cambiado mucho y que a partir de la próxima semana se va a imponer en Chile este mismo sistema. Avísale al Rey King que piense bien todo lo que va a decir, y tú, mejor no digas nada... Con los buenos deseos de L. Magritte, en este hermoso domingo.

jueves, noviembre 23, 2006

King Lear y el amour fou


Therese:
es realmente más que una emoción, una sensación sublime, una sensación inexplicable, plenitud, paz, amor y más amor, y una voz que me dice desde no sé qué dimensión de mí mismo: ¡esa es mi amante, esa es mi amante! que enarbola mi invitación de viejo narrador y sus manías a los cuatro vientos: haremos lo imposible, pediremos lo imposible, viviremos en lo imposible en el desierto, es decir seremos Realistas más allá del nivel de la realidad, en el amour fou, el amor loco de alguien que quiso cambiar el mundo y como dicen algunos necios no lo logró: pero vaya cómo se logra, granito a granito. De allí surgen los grandes desiertos, Therese, de ahí surgen los grandes amores, tal vez así se le pueda ver la cara a Dios en las moléculas de la noche estrellada: esperaré todo lo que quiera, porque eso es parte también de las mil y una noches: diferir los relatos, intercalarles más historias, interrumpirlos al amanecer para continuarlos al anochecer y lograr el libro imposible, el libro de los libros...

Emocionado, emocionado...Lear King.

Mientras espero, le enviaré relatos de todas formas.

martes, noviembre 21, 2006

Carta invitación de mi Rey
















Therese: ayer en la tarde, alguien o algo me sumió en un profundo sueño, puede haber sido un hechizo, o un encanto maligno de esos que suelen acecharnos a los reyes. Además, Therese, creo que alguien me hipnotizó, o desvió mi entendimiento de un libro a otro -el universo está poblado de libros que son dimensiones paralelas a la nuestra- particularmente al de un celoso extremeño, o más bien extremista en celos, que usurpó en parte mi personalidad.
En fin, hoy desperté y recordé fragmentos de lo que os cuento, amada Therese, y si bien es cierto que soy rey viejo, no estoy muerto, así que conmigo no corre lo de rey muerto... soy un Lear puesto, y quiero hacerte, Therese, una invitación: quiero invitar a madame a un viaje al Sahara, al desierto del Sahara. Allí tengo mi tienda de los relatos, que le describí hace unos días o semanas -mi tiempo siempre es relativo- y quisiera Therese, que viniera conmigo, en mis camellos blancos -que son mansos animales que navegan el desierto suavemente- y conozca estas dunas interminables como nuestro amor, las noches frías pero estrelladas, donde el cielo se viene sobre uno con planetas y estrellas palpitando.
Como le aseguro Therese, yo haré palpitar su corazón con muchas historias prometidas y que le debo, narraciones, que si acepta este viaje y baja su cortina por unos dos o tres días -que en el desierto siempre se multiplican- podrá escucharlas con la música indispensable, que la dejo a su elección.
Ojalá perdone las manías de este viejo, pero poderoso Rey, y nos vayamos al Sahara para contarnos relatos y mirarnos en nuestros respectivos ojos, bajo la luz de la lámpara de aceite, entre los cojines de raso beige. Y éste, quiero yo también que sea nuestro sitio privado para la historias y el amor que siempre acompaña cada cuento, como la música...

Tuyo, Lear resurrected...

lunes, noviembre 20, 2006

Intermedio musical

Rosa, Rosa, de Sandro. Un regalo de L.M. para Therese Bovary, la del perfil de Rosa Rosa Espinosa y hermosa.

miércoles, noviembre 15, 2006

CAE EL TELÓN
















CAE EL TELÓN

Sin estrépito ni grandilocuencia Con la dignidad de morirse como corresponde Puede acompañarse con música de fondo Se sugiere Albinoni pero puede ser una cumbia o un corrido o una cueca Al fin y al cabo se trata de su propia muerte por lo menos puede usted decidir qué gallo quiere que le cante

lunes, noviembre 13, 2006

Todos Metemos la Pata (por Pedro Infante)

domingo, noviembre 12, 2006

Ha llegado carta de King Lear

Amigos virtuales, desde la corte isabelina, el mismísmo Shakespeare me ha envíado una carta. Es tan bella el alma que se expresa allí, que no puedo evitar compartirla con ustedes. Y gracias a usted, my king Lear. Aunque ingleses y franceses no se lleven muy bien, usted mi rey inglés, y yo una soñadora de provincia francesa, podemos dar por tierra con esa enemistad absurda.

Therese.


Mon cher Therese:

por ahora mi nombre no importa ya que los que navegamos por acá no tenemos nombre y nuestra existencia es dudosa, y los rostros y máscaras. Sólo, querida y joven amiga, puedo decirte que mis años sobrepasan los suyos y llevo arrugas y tatuajes -no virtuales, algún día le contaré. Y miro: la he estado mirando hace mucho, cuando se inventó esta Rouan virtual, creyendo, como su homónima de Flaubert, que Rouan era infinito como el ciberespacio; pero como puede ver no, es pequeño y provinciano, como el Mundo: pero cuando leí tus poemas -¿puedo, ya tutearte?, tus primaveras y tus celos, tus cantantes y tus tentaciones, no pude dejar de manifestarme: me enternece -a esta edad los viejos más perversos hemos comenzado a aprender la ternura- tu cándido ímpetu pasional: ¿eres como tus poemas? ¿te dejas ver más allá de la virtualidad?
Aunque como por consejo de una ¿amiga? tuya, Magritte -a quien no conozco aún- no, y te repites que dos personajes ambiguos que deambulan por lo virtual: dr. Vicious y Mentecato sólo son esto: virtualidad: no existen, repites, no existen, no existen, no existen, para no caer en la tentación, dices: querida niña de la aldea de Rouan: ¿no sabías que repetir no es negar sino dar existencia? yo soy viejo ya, y me duermo
leyendo a Kant, el racional, pero también a los maestros antiguos como Freazer y su "Rama dorada": algo sé pues de chamanes y chamanas: repetir, mon cherry Madame B. es traer desde los espejos, desde el país de Alicia, desde los lugares encantados a los convocados: una delgada línea roja separa la virtualidad de lo real como la cordura de la locura; el primigenio juego de la tentación, fue de nuestra primera madre y nos es consubstancial: pregúntale a tu Dios-Flaubert, el viejo gotoso lo sabía más que nadie: por eso escribió esas visiones de san Antonio, y por eso te creó a ti y anda repitiendo por ahí que él eres tú: ¿podré decir algún día, aunque sea en esta fría i-rrealidad... "¿Therese Bovary C'est Moi?"

Suyo, King Lear.

PS: Tal vez intente escribirle un poema, hermosa translúcida, o quizá, usted se anime, querida, a charlar bovaryanamente o cervantinamente, que es igual. Ya tiene mis señas, pero no busque mis tatuajes

jueves, noviembre 09, 2006

A SIGLO MUERTO MILENIO PUESTO


Termina el milenio
Salud
El siglo ha muerto
Viva el siglo
La función sin embargo podría continuar
El hombre del noticiario irrumpe sin aviso
cuenta las gracias de un telescopio espacial
que fotografió más de 1500 galaxias
-gran decepción gran-
No éramos los únicos
Ni los privilegiados
No estábamos solos
No podía ser tanta la maravilla.
La mujer que acompaña
al hombre del noticiario lee
En ninguna galaxia
más soledad
que en esta Tierra
Por lo que pudiera suceder
me gustaría enviar mensajes al futuro
memorandos y circulares
con copia fotocopia scaneos diskette
a esas nuevas mil quinientas galaxias
descubiertas por el ojo del telescopio gigante
el ojo trinitario del espacio
Mandaría en mi cápsula del tiempo pequeñas cosas
los poemas de Catulo,
un ejemplar ilustrado del Quijote
y otros pequeños tesoros
la Biblia
una coca-cola desechable y su composición
de químicos secretos
mi cera depilatoria
el perfume flor de manzano
la Canción Despesperada
es la hora de partir. ¡Oh abandonado!
la Isla de los Bienaventurados
poemas de mi pariente cercano
con todas sus claves
Un compac de los Beatles
y otro de Silvio
la contraseña que teníamos los disidentes
Universidad Católica-segunda mitad de los 70
una fotografía de Auschwitz y Treblinka
el diario de Ana Frank
la receta de la torta de ciruelas con que mi madre
me endulzó los cumpleaños
hasta que atendió a mi súplica
stop-please-por piedad-no más años
Los mensajes de amor de Jesucristo
y el milagro de Tarantino
con sus Tiempos Violentos
( banda sonora aparte)
Girl, you'll be a woman soon
La encantadora de Serpientes del Aduanero
y si es posible algún león de su paisaje
La primera mirada de mi hijo
a la fuente de gracia de donde procedía
reconociéndome
en los atisbos
de una precaria complicidad.
Mandaría solo cosas importantes:
mis medias transparentes
y los zapatos con tacos
que me regalaron a los 12
¡Ah, qué de trampas
le hace el tiempo a la memoria!
Eran celestes
los objetos perdidos
mis pequeñas muertes cotidianas.
El discurso final de Salvador Allende
al interior de la Moneda en llamas.
Mi cápsula del tiempo debería llevar
una radiografía en tercera dimensión
con resonancia nuclear
del hombre que salve mi vida.
La fotografía del Che Guevara y la de Rimbaud
cada cual con su utopía camino del infierno.
Cerraría mi cápsula del tiempo
con la idea de Cervantes
el epitafio para nuestra civilización
Que cada uno es como Dios le hizo
y aún peor muchas veces.
Termina el milenio
Salud
El siglo ha muerto
Viva el siglo
La función debería continuar
porque parece que hasta aquí
no ha pasado nada
Desventurados los títeres con cabeza
los que asistimos
al final de estos tiempos
porque nuestro será
el Reino de la Irresponsabilidad.
Termina el milenio
Salud
El siglo ha muerto
Viva el Siglo
La función debe continuar.

lunes, noviembre 06, 2006

Frida movie

viernes, noviembre 03, 2006

miércoles, noviembre 01, 2006

¿Por qué Cantinflas es Cantinflas?


Un video aporte de Luixhack. Regalo de Lila Magritte para Therese Bovary. "Vivir con humor o morir sin Vicious".

domingo, octubre 29, 2006

La Maldita Primavera

Ángeles en Santiago























Ángeles en Santiago

A la memoria de Francisco Rivas Donoso
el más bello de los ángeles que sobrevuela Santiago.


Cuando un ángel está cerca lo percibimos de inmediato con un leve escalofrío, porque sopla o respira muy cerca de nuestra piel. Esos pensamientos le cayeron encima como una obsesión cuando lo vio mientras decía: "aquí" levantando la mano desde la última fila de la sala. Nadie se conocía con nadie. Los alumnos estaban nerviosos como se está el primer día de universidad y ella lo estaba también como cada año en que enfrentaba a un curso nuevo y eso, como se sabe, no es tarea fácil.
Puso una P en la lista, al lado de su nombre y lo volvió a mirar
—Por casualidad, ¿eres pariente del escritor Francisco Rivas?
—Soy su hijo—. Su cara pasaba por varias tonalidadades del rojo.
—¡Pero qué sorpresa! —dijo ella mirando a todo el curso, —eran más mujeres que hombres este año—, porque ustedes no lo saben, el papá de Francisco, además de gran escritor, es un notable médico y fue embajador de nuestro país en Canadá hace muy poco tiempo.

Pancho estaba impávido, horrorizado, no se sabe, pero su piel y su pelo se confundieron en una sola apariencia cuando a ella se le ocurrió como tía abuela, además de las demostraciones de alegría, decir que lo había conocido cuando era un gordito chiquilín que correteaba en el patio donde Roberto Rivera y la Cristina preparaban un asado y la casa estaba llena de escritores.
—La ondita, rieron algunos de tus compañeros. Ya tiene aprobado el ramo, medio pituto.
—Eso está por verse, dijo ella antes de explicar el programa del curso, las fechas de pruebas, los tipos de trabajo que tendrían que hacer durante el año. Y mucha atención, primera prueba: la próxima semana, la película Pulp Fiction.

Debieron pensar que se trataba de una broma o del típico mechoneo, cómo iban a tomarles prueba de una película.
—Sí, y los apuntes que tomen de diálogos, escenas o aspectos que llamen su atención pueden traerlos a la prueba. Me parece muy importante, también, que vayan en grupos a verla y luego se queden por ahí, un café, una cerveza, qué sé yo, para comentarla sobre la carne caliente del asunto.
El juego empezó bien y siguió mejor:
—En general las pruebas estuvieron muy buenas: sus observaciones son bastante agudas y las opiniones fundamentadas y pertinentes. Sin embargo, debo aclarar que hay una excepción notable sobre la norma... la constituye la prueba de Pancho Rivas. Otra vez se puso rojo. Ella siguió, es una lástima que no exista una nota superior al siete, porque esa sería tuya, Pancho, le dijo mirándolo a los ojos llenos de brillos juveniles y pestañas.
—¡Ah!, un consejo que me siento en la obligación de darles: igual, si quieren lo toman, si no lo dejan: Aprovechen su vida universitaria; es el mejor tiempo de la vida. Vívansela a fondo y no me refiero solo a estudiar. Les aseguro, les prometo, que siempre lo van a recordar como el mejor momento de sus vidas.

Los ángeles sonríen como tú lo haces, y miran como tú miras, por eso te reconocí, pensaba cada vez que lo veía en la sala, en los pasillos de la universidad o sentado con sus amigos debajo de la escalera que conducía a las salas del piso piso y ella lo saludaba con la mano al aire, dedos de castañuela, y una sonrisa que era más que felicidad, la plenitud.
Y como todas las cosas de la vida, la universidad terminó un día, y con Pancho solíamos encontrarnos por ahí, casualidades maravillosas, alguna librería, caminando por las calles del centro de Santiago, un café al mediodía.
Pero los recuerdos más recientes son dos. Una sesión de lectura de cuentos en la sala del Banco del Estado: le tocó junto a otros escritores, leer a Pancho papá y a ella. Él leyó un cuento sobre la dictadura y ella, uno sobre amores juveniles. Al finalizar la actividad, todos conversaban con todos y Francisco, el hermoso, caminó por un pasillo hacia donde estaba ella. Entonces todo alrededor desapareció y solo estuvieron los dos. Hacía más de un año que no lo había vuelto a ver y estuvieron de pie, uno frente al otro. Ella tuvo que apoyarse contra el muro para no desmayarse. Nunca hubo menos distancia entre los dos.

—Me gustó tu cuento, dijo.
Respondió con una sonrisa y le temblaron las piernas. Le dijo que le gustaría regalarle su libro, que la llamara y cualquier día, en fin... Nunca llamó. Estaría demasiado ocupado ensayando su juventud, porque sabría, sí, él lo sabía todo, que su tiempo era breve aquí en esta tierra de nadie.
No sabe qué más diría, porque ella lo miraba embelezada y sus ojos recorrían cada rasgo de ese rostro perfecto. Cuando se quitó el pelo que se le vino sobre la frente, ella detuvo sus ojos sobre la cicatriz, esa herida de guerra de juventud.

—Y no se borró nunca más, le dijo mientras deslizaba su índice suavemente por ese nudo sobresaliente entre la ceja y la nariz.
Sonrió, lindo. Le dijo que igual, nunca nadie podía ser tan perfecto y que estaba convencida de que la muerte era una envidiosa que no había soportado toda la belleza que él andaba trayendo encima. Y él brotó con esa risa de corales encendidos, de cascada, de mariposas, de tiempo glorioso que encantaba al mundo y a ella por sobre todas las cosas.

Después, cinco días, una semana, horas antes, el tiempo tiene un modo tan extraño de pasar.
—Hoy se cumplen dos meses, le dijo Raúl por teléfono; Raúl, el amigo del alma que los mantendrá unidos para siempre en tu nombre. Lo llamó llorando mientras escribía para recordarte mejor, para estar contigo y alejar de su corazón esa nube de pájaros carroñeros.
Cuando se encontraron la última vez él estaba mirando libros de poesía en la Feria Chilena del Libro. Se alegró tanto cuando te vio. Tenías miles de planes, hasta un posgrado en España. Y ella, tan absurda, tan lugar común, tienes toda la vida por delante, si yo tuviera tu edad no lo pensaría ni un minuto. Se despidieron y lo abrazó fuerte:
—Te quiero mucho, Panchito, cuídate y saludos al papá.
En la puerta de la Librería pensó devolverse y decirle que tomaran un café, pero estaba apurada, todos giran ahora tan apurados, y se fue con el corazón arrugado latiéndole en la garganta.
Llevaba en sus oídos las últimas palabras: Yo también la quiero mucho, profe, y sus ojos cuando lo dijo, fascinantes y llenos de destellos amarillos.

Una noche, las noticias: dos jóvenes profesionales: un periodista y un ingeniero, cayeron desde las rocas de Zapallar arrastrados por una ola. Sus cuerpos no han sido encontrados. Mostraron por televisión, fotografías y unas grabaciones que hicieron cuando eran estudiantes. Y empezó la tragedia, la búsqueda, la negación, la ira, el dolor, la aceptación, nunca jamás, sobre su cadáver.
En la misa solo le pedía a Dios que apareciera su cuerpo, por favor, Dios mío, que aparezca, mi niñito hermoso, en las condiciones que sea, pero que aparezca. Cecilia que también fue su profesora y también lo quería tanto, pero no como ella que lo amaba y nadie lo sabría nunca también estaba allí. Juntas en la puerta de la Iglesia veían llegar a sus exalumnos, los amigos de Pancho, las amigas, todos jóvenes periodistas, que dejaban su dolor de lado para consolar a este par de profesoras magdalenas. De pronto ella tuvo la sensación de que Pancho también iba a entrar por la puerta de la iglesia igual como cuando llegaba a clases porque nunca faltó. Ahora llegaba para siempre la maldita ausencia definitiva.

Tres o cuatro días después, el mar que escuchó sus ruegos, lo devolvió. De inmediato el ceremonial mortuorio. La Iglesia preparaba el adiós, la barca de oro, me voy para siempre, amor. Esperaban el abuelo y el hermano pequeño entibiando la tierra del nuevo hogar entre las sombras, frente al mar que tanto amó. En una sala contigua junto a su ataúd, iban pasando entre sus dedos, una a una las cuentas blancas de su rosario, el de la Virgen de los Rayos que le había regalado la Delia Domínguez, una mañana de marzo cuando los cirujanos la despojaron para siempre de un útero inservible.
Ya era hora de llevarlo hasta la Iglesia.

—Falta alguien que tome el ataúd en esta orilla dijo alguien que también sufría.
Y ella se paró sin pensarlo, tomó la fría barra de metal de la cuna de muertos.
El hombre la miró con extrañeza. Ella firme en su posición con la cara bañada de dolor, le preguntó si acaso solo era para hombres.
—No, dijo, pero hay que tener fuerza.
—De eso no se preocupe, usted, me sobra, fuerza es lo único que me sobra en este mundo, y partió junto al grupo a depositarte sobre el catafalco en la nave central de la iglesia. Entre oraciones y lágrimas, palabras de consuelo y la carta de despedida que leyó su madre, entre el olor de las flores y los cantos de despedida, entre los amigos de los padres y los amigos propios, así fue como quedó viuda y huérfana y lo despidió para siempre, aunque para siempre la siga mirando desde esa fotografía donde humea el cigarrillo que siempre llevaba entre los dedos. Le dijo adiós, ángel de mi guarda, que me regalaste tu dulce compañía, ciérrame los ojos cuando llegue mi hora, espérame en la puerta luminosa del túnel y a ver si respondes de una vez por todas, la única pregunta que nunca te hizo: ¿por qué no me enseñaste como se vive sin ti?

Este cuento no es ficción. Así sucedieron las cosas. El joven Francisco Rivas fue mi mejor alumno en la Universidad Andrés Bello. Tenía 24 años. Ahora sería un gran periodista, sin duda.

Su padre, médico neurocirujano, ha cumplido funciones diplomáticas y ha publicado importantes libros bajo el seudónimo de Francisco Simón. Mi homenaje al padre que todavía sufre la partida tan temprana de su hijo y mi eterno recuerdo a un ángel que era demasiado para este mundo.

martes, octubre 24, 2006

FLORA FLORAL















(Pintura: Monet)

Flora floral

Dedicado a Mentecato

Para abreviar lo llamaremos Herr Professor. A ella podríamos llamarla Gardenia, Amatista, Abalaorio o Constelación. Pero la llamaremos Flora. Flora es un buen pretexto para nombrar a una mujer en plena polinización a tiempo completo, sin desmerecer, año tras año, desde que nació. Siempre fue demasiado perfume, demasiado polen, un exceso de efluvios y luz, un derroche de mujer para Herr Professor cuya indiferencia y sobriedad cautivaron a Flora desde el primer momento. Cada cual con su cada quien y cada quien con su nada que ver. Sin embargo, en la historia del tiempo tenían que encontrarse para que ella fuera Flora en toda su dimensión y majestad.
Se conocieron a miles de metros de altura, sobrevolando el océano Pacífico, fuera de toda ley, fuera del peligro de la gravedad, escapando a cualquier efecto de la fuerza de la realidad. La pequeña avioneta se balanceaba a merced del intenso viento de la zona, pero pudo aterrizar como lo hacía cada semana, sin problemas, en la planicie del cerro, al borde del acantilado, donde solo se distinguía el horizonte lleno de agua revuelta con cielo en una sola masa.
La isla a sus pies prometía en la fértil imaginación de Flora; la saturaba de todo lo posible. Y lo imposible también. Eso era por cierto cuanto más le apetecía. Casi en estado de nirvana bajó las escalerillas, ayudada por el piloto que tenía más horas de vuelo en el cuerpo que una bandada de pelícanos.
Flora estaba traspasada de ansiedad, se sentía feliz como nunca y hacía el registro de todo lo visible y lo invisible; lo que estaba al alcance de su campo visual y lo que era imposible que estuviese en el campo visual de nadie que no tuviese ojos por todas partes como ella, porque Flora era una reina, llevando altiva su corona de ojos enredada en el pelo desorbitado, exagerado y enrubiecido.
Herr Professor no había levantado su cabeza del cuaderno. Garrapateaba algunas notas que Flora intentaba fisgonear por encima del pequeño asiento delante suyo, donde el abultado cuerpo de Herr Professor se había acomodado con dificultad. Durante todo el viaje escribió y escribió sin levantar la vista, sin mirar por la ventanilla, ajeno a las risas de Flora y al monólogo del piloto que sermoneaba acerca de las virtudes del vuelo y se explayaba en unas teorías extrañas que hablaban de un primer hombre que descendía de las aves y jamás del mono, cómo y a quién, sobre todo a quién, se le habría ocurrido tamaña barbaridad. El verdadero sueño del hombre era buscar el cielo no el suelo, terminó diciendo mientras enfocaba la pista de aterrrizaje.
Una vez en tierra firme, Flora, ojos de periscopio, grabó el azul intenso del mar o del cielo, eso no le quedó muy claro, porque justo en ese instante se cruzaron los ojos de Herr Professor que lucían como lagos de turquesa líquida entre tantos azules confundidos.
Un pequeño bus esperaba la llegada de la avioneta que, además de pasajeros, traía alimentos desde el continente, para los escasos habitantes de la isla que vivían su pequeño paraíso vegetal donde muy pocas cosas alteraban el natural fluir de la vida cotidiana.
Inventando el camino, el bus se deslizaba por unos senderos dignos del salario del miedo, hasta llegar al centro habitado de la isla, donde todas las ventanas daban al mar que no siempre es el morir, porque ahora había sido el mar quien movió los ojos Herr Professor hacia Flora y se interpuso entre ellos.
Encontró que no había nada mejor que aprovechar la ocasión para saludarlo y agradecer ese azar que le había dado vuelta los ojos hacia ella. Le extendió la mano y su mejor sonrisa, pero él respondió seriamente a su amable saludo. Ya enfrentábamos el primer problema. Pero decidió con firmeza que ese inconveniente iba a dejar der serlo muy pronto porque ese hombre ya estaba en su mira. Fácil o difícil, lo resolvería igual. Tenía un mes por delante para conseguirlo.
Mientras caminaban hacia el único hotel de la isla, Flora sentía que su cuerpo había llegado a tierra, pero ella dónde estaba, cuándo terminaría de llegar. Siempre esa desagradable sensación. Los aviones la perturbaban más de la cuenta.
Una vez en la recepción del hotel, Flora esperó que Herr Professor recibiera las llaves de su habitación y luego pidió la suya en el mismo piso. No podía confiar puramente en el azar.
Entró a una pequeña habitación donde el aire puro parecía bailar entre las cortinas. Se acercó a la ventana y dejó que sus ojos se llenaran del paisaje. Siempre le gustaba darse tiempo para gozar intensamente las primeras impresiones de los lugares que visitaba por primera vez. Se llevaba para siempre, gestos, aromas, colores, sensaciones que nunca se parecían a nada conocido y solía ser lo que mejor recordaría de sus viajes y en lo que más se explayaría contando a sus amigas.
Decidió que lo primero sería lo primero y trazó su bitácora diaria. Buscaría a alguien en la isla, un pescador, casi todos allí eran pescadores, y le solicitaría sus servivios de guía. Sin que él supiera de sus planes, iría averiguando los detalles que necesitaba para hacer su reportaje y regresar con la primicia, como siempre. Le encantaba saber que nadie lo haría mejor. La revista en que trabajaba era adicta a las primicias, de manera que Flora estaba allí camuflada de turista, porque esa era, según ella, la mejor manera de conseguir que las personas hablaran más de lo que debían, sin el temor a que todo lo que dijeran puediera ser usado en su contra.
Pero, la mañana sería para ella. Eso era intransable. A las nueve bajaba al comedor a tomar su desayuno y ya estaba allí Herr Professor, bebiendo su tercero o cuarto café. Antes de que hubiera transcurrido una semana, ella tenía clarísimo que jamás podría desayunar con él, porque siempre elegía una mesa pequeña y la llenaba de vasos, platos, frutas y todo lo que acompaña siempre a esos desayunos pantagruélicos de ciertos hoteles. De manera que se instalaba en una mesa grande junto a otras personas que iban y venían mientras ella bebía su té mirando a Herr Professor, entre otras cosas
Durante la mañana, después del desayuno, él se sentaba en la terraza del hotel a beber jugos de diversas frutas y a escribir en su cuaderno. De tanto en tanto, levantaba la vista para dejarla caer sobre el cuerpo de Flora que se asoleba sobre la arena, apenas cubierta por su mínimo traje de baño. También la miraba cuando la oía reír y correr hacia el mar y nadar entre las aguas del Pacífico, aunque él nunca bajó a la playa ni caminó por la arena con los pies descalzos.
Era la primera vez que Herr Professor venía a esta Isla. Había recorrido todo el mundo y era el último lugar del planeta que le faltaba conocer. Flora, en cambio, estaba allí por su trabajo. Debía reportear el movimiento de un equipo multinacional que se esmeraba en cada grieta, en cada rincón oculto de la isla buscando un tesoro escondido por los piratas en algún lugar del tiempo.
Y finalmente lo que debía ocurrir, ocurrió. Sin mayores preámbulos, un sábado en la noche en que se celebraba la fiesta de la isla con elección de reina y carros alegóricos y fogatas y bailes en la arena, Flora, vestida como la flor que era, llevó al profesor a bailar con ella. De madrugada él la llevaría a su habitación. Allí la despojó de toda su ropa, la besó de punta a cabo y ella le devolvió la mano con todo su cuerpo. Haciendo uso de ese código universal que nunca falla, el lenguaje todopoderoso del amor, dedos y labios y pieles y pelo se acercan y se alejan haciendo parecer que dos personas que jamás se han visto tengan la ilusión de haberse conocido la vida entera y hasta otras vidas pasadas también.
Ahora tomaban juntos el desayuno y Flora le contó todo lo que era contable en la vida de una mujer como ella. Él habló de viajes, de sus clases, de su insistente soltería que lo tenía viviendo junto a su madre anciana en el pequeño pueblo del sur alemán donde había nacido y vivido siempre. Ejercía como Doctor en la Cátedra de Literaturas Románicas.
Desde entonces, cada noche el mismo ritual. La habitación de Herr Professor se había convertido en un templo para el amor. Bebían champaña y devoraban sin piedad todo tipo de frutas marinas que se pasaban de una boca a la otra para sazonarla con sus propios sabores a hombre y mujer desbordados e intensos. Por eso cuando Herr Professor sugirió cambios para la vida de Flora, ella aceptó sin pensarlo un segundo.
Desde la isla iniciaron la travesía del regreso en el mismo barquichuelo que los había llevado hasta allí. Tomaron el bus que los esperaba para desandar el laberinto de senderos hacia la cumbre donde tomaron la avioneta para regresar a Santiago y desde allí, tal como lo habían planeado: un breve paso por la casa de Flora a buscar sus cosas, dar aviso a los parientes, a la directora de la revista, que se iba, que se iba para siempre, Herr Professor el amor de su vida. En el aeropuerto abordarían el avión que se los llevaría a la nieve y al invierno pleno, pero en cuanto pasaran los fríos, irían, se lo prometió, a Venecia, recorrerían Alemania de punta a cabo, y Austria. Del brazo de Herr Professor, Flora Floral recorrería ciudades y países que casi no alcanzaba a ver desde su imaginación alucinada de tanta felicidad.

—Todo igual pero al revés —comentó divertido el piloto cuando vio subir de la mano a quienes había despedido un mes antes como los dos perfectos desconocidos que eran.

—Todo distinto —aclaró Flora muy seria, mientras los ojos de Herr Professor iban y venían de uno a la otra enredándose en las entonaciones de ese diálogo. —Tal vez nos casemos, tal vez no, pero hay que vivir lo que haya que vivir.

—¡Qué audacia! Ojalá que tengan suerte —dijo el piloto mientras se acomodaba frente al aparataje imposible del comando de vuelo lleno de luces y señas que solo él entendía.

El intenso ruido del motor molestó los oídos de Flora y abrazó al hombre que quería como el compañero para toda su vida, besó sus mejillas, mientras acariciaba sus rizos dorados, y él la miró con una dulzura imposible de describir. Quizás habría que detenerse en las pinturas de ángeles o vírgenes del Renacimiento para entender un poco esa mirada que sería la última, porque la avioneta se perdió en el cielo donde se habían conocido Flora y Herr Professor a miles de metros de altura cruzando el océano, donde el piloto que tenía más horas de vuelo en el cuerpo que una bandada de ángeles, perdió el rumbo o lo encontró para siempre en esa masa azul que eran el cielo y el mar, el mismo paraíso, el lugar de origen que había buscado durante toda su vida, el único lugar que Flora y Herr Professor no se habían prometido conocer.

domingo, octubre 22, 2006

CELOS QUE MATAN PERO NO TANTO



CELOS QUE MATAN PERO NO TANTO

Dedicado al Doctor Vicious

"Hombres de mala ley, animales de mierda
que nos son capaces de hacer nada que no sean desgracias".
García Márquez.

Ya había visto sus ojos en los tuyos
que no me miran que se mueren por verla.

2
Era un desliz definitivo.
Desde un bolsillo de secretos
un nombre de mujer
tu letra un número
la prueba final en la estructura mítica del héroe
-consultar Villegas, Juan- ¬desde el bolsillo
esa mujer
ese cuerpo de tus delitos.

3
Mañana marcaré ese número.
Repetiré la operación hasta dar con esa palomita.
Pienso decirle menos cosas de las que pienso.
Pero a ti, te lo advierto
nos encontraremos los tres y sean cuales fueren los resultados
te lo prometo
aquí va a haber un muerto
habrás un muerto en la familia
querido mío.

4
Como ves
o como no ves
estoy pendiente de ti.
Estoy el colmo de ti.

5
He aguzado el olfato
para husmearla mejor en tus camisas
en los jardines de tu pecho.
Si captaras la sutileza de mi oído
qué magnífico espectáculo
pegado a las puertas
el ojo a las cerraduras
como el náufrago a su tabla
y todo el océano para él solo.

6
Todos mis sentidos alerta pueden reconocerte
a una distancia de metros
bajo una niebla de película
en pleno centro de Santiago
a las doce del día en medio de la gente, animal.
Todos mis sentidos alerta.
Dije todos menos el sentido del humor.

7
Cuídate de mí, maldito, porque te amo.

8
Más vale que te cuides.
Tú sabes una caída en la ducha
esas son caídas fatales me entiendes
un remedio de más o equivocado te fijas
un accidente casero cualquiera tiene en la vida
arreglabas un enchufe y ¡oh, sorpresa, Fiat Lux! me comprendes
o el cuchillo de cocina guardado adentro de la cama
o el gas lento pero seguro no olvidemos.
Por eso, cuídate mejor que te encuentre confesado
oleado sacramentado y todo si te descubro amadísimo héroe.

9
Te acaricio te araño con táctica felina
porque estás mintiéndome
porque te juro lo sé todo
aunque no digas ni pío.

10
Tardaría la noche entera enumerando
los espantos que te haría
si se confirman mis según tu miserable opinión–
infundadas sospechas.
No tienes idea la de horrores que soy capaz
mi vida
la infinidad de maleficios que prepararía en la cocina
hasta dar con esa pócima
que te pusiera fuera de combate.


11
En esta guerra sangrienta
las matemáticas están claramente de tu parte
yo soy una y una no es ninguna.
Ante una ventaja así no cabría más
que deponer esas armas con las que no cuento
y saludarlos con mis mejores deseos:
que sean tremendamente infelices que se pudran.
Quiero que reciban periódicamente
a la cigüeña cargada de imbunches
que no falten al himeneo las reinas de la muerte,
las parcas de infalibles tijeras
¡Oh, Mnémesis
diosa fantástica de la venganza.

martes, octubre 17, 2006

Despedida a Gonzalo Millán

Para despedir a un poeta

Mi bisabuela le decía a mi abuela, mi abuela a mi madre y mi madre a mí, que cuando moría algún miembro de la familia, entonces nos preparáramos, porque antes de terminar el año, se llevaba a dos más con él.
Pero este 2006 dejó le pelería. Año del exterminio. La guadaña no dio tregua. Por deformación profesional paso lista: Stella Díaz Varin, Eliana Navarro, Juan Godoy, Tristán Altagracia, Sonia Guralnik. Y ahora tú, Gonzalo, mi maestro de la autobiografía.
Durante la madrugada que iba desde el viernes al sábado cerraste la puerta por dentro. Los días previos, estando en plena primavera de pólenes santiaguinos, llovió descaradamente y además hubo dos temblores que agitaron la tierra. Dije que me parecía extraño. Ahora entiendo: el cielo preparaba la escenografía para la llegada de Gonzalo Millán, el más joven de la Generación del 60, que ahora se encuentra aquí casi en pleno, despidiéndote.
Ya se sabe, los poetas tenemos dos familias, esa donde llegamos sin tener arte ni parte, y la otra, la que podemos elegir. Y hemos elegido a la de los poetas. También estamos nosotros, los poetas de los 80, los NN, ¡Con qué nombre tan exacto diera Jorge Montealegre para nuestra generación!
Hace uno o dos meses, Gonzalo, me dijiste que de algún modo sentías un privilegio esta enfermedad con tiempo reglamentario, como en el fútbol; que te permitiría poner tus cosas en orden y dar forma a tu libro Veneno de escorpión azul; el diario de tu via crucis, pensé yo.
¿Cómo será esto de morirse? ¡Qué huevá tan rara! Me produce tanta curiosidad, pensabas en voz alta, con ese registro extraño que tenías y que te impidió decir frente al país, por televisión en directo, pero sobre todo en vivo, algunas palabras, cuando te entregaron el Premio Altazor, el pajarraco ¿Te acuerdas de esa noche, cómo gritábamos y aplaudíamos con la Mané cuando dijeron que tú eras el ganador? Winer, winer, gritábamos con la Mané, que te cuidó tanto y tanto ha llorado y tanto te ha amado.
Gonzalo, tal como en el cuento del Príncipe Feliz, ya pasó por aquí el ángel enviado por el mismísimo Dios Padre, a buscar tu corazón para entregarlo como la joya más grande que encontrara en la tierra.
Lamento, el sábado, no haber alcanzado a llegar para abrazar tu cuerpo muerto. Tampoco podré besar tu noble calavera, pero cada vez que leamos tus poemas, Gonzalo, tú renacerás de las cenizas. Y también, cada vez que dos o más nos reunamos en tu nombre, ahí estarás tú.
Le dije a Tomás, ayer en la mañana, quizás para consolarnos, que ya habías llegado al cielo, sin hacer ninguna escala, y que seguramente estarías encendiendo un cigarrillo, porque ahí no hay cubículos sellados para fumadores. Agregué que ya estarías sentado a la mesa del gran banquete celestial que Dios prepara a los poetas. Pero a Tomás le salió del alma, que a él, mejor lo mandaran al infierno, no quiero ver más a ningún poeta. Caso cerrado.
Ahora, Gonzalo, descansa un rato, porque han sido muy duros estos meses. Pero mañana te pones a enseñarle a los ángeles a escribir sus autobiografías, las que por cierto, han de ser más interesantes que las nuestras.
Ah, y por favor, dale mis saludos a don Alonso Quijano y a Julio, el cronopio.
Te escribí un e-mail a zonaglo@elcielo.com pero me rebotó: tal vez alguna errata. Después lo he pensado mejor, y le voy a pedir a Floridor Pérez que me dé las señas de Pedro Urdemales para enviarte una carta manuscrita con sello de correo y todo, antes de que hasta eso se termine.
Espéranos en el cielo, corazón, no te muevas de ahí, verás que serafines y querubines son buenas personas.
Adiós, Gonzalo, o más bien hasta pronto, ya sabemos que este cuento termina rápido.
Amén.

Teresa
22 de octubre de 2006
Cementerio General de Santiago de Chile
Crematorio.

viernes, octubre 13, 2006

CRONICA

(Tributo a Rodolfo Valentino, Video: Aaron 1927)

CRÓNICA

No tengo hogar, no tengo mujer que me ame desinteresadamente, no tengo hijos y tampoco tengo un amigo sincero. Sólo tengo un perro que me amaría aún si yo no fuese quien soy. He equivocado el camino, soy un fracasado. Me siento terriblemente solo y prisionero de un personaje que me sofoca.
(Rodolfo Valentino en una declaración poco antes de su muerte).

El viejo mundo reaparecía
Y aguzaba las armas para entrar en la segunda guerra.
Los enviados celestes sermoneaban desde el púlpito
contra el desenfreno del Tango – la octava plaga-
que empezaba a propagarse en la Sodoma del turno.

Fue entonces cuando asomaron
en el imponderable telón de Hollywood
unos ojos de almendra,
un par de intensos ojos asesinos
garantía de salvajes relaciones.

De villano exótico a galán de tomo y lomo
dispuesto a no dar tregua a las fantasías eróticas
de ensolimanadas lánguidas damas,
el Sheik había traspasado las fronteras de la ficción.

Su exuberancia lujuriosa causaba estragos
entre jovencitos de modales ambiguos
ataviados de pedrería a imagen y semejanza del astro.
Se instalaron sin miramientos
en un dancing exclusivo. Era Chicago del 26.
Sus detractores-cuentan las crónicas-
arguyeron toda clase de raciocinios
especulando que la fascinación ejercida
configuraba un carácter netamente feminista.

En tanto, la seducida muerte afilaba sus cuchillos
y en un rapto de celos lo hirió a mansalva.

Treinta bellas aseguraban su embarazo indiscutible.
Pola Negri salía de un desmayo para caer
sin consideración en el siguiente
y una docena de hermosas cruzaba el Aqueronte
disputándoselo.

Las que quedaron medio vivas medio muertas
se asociaron al Club de Viudas de Rudy.

Quién más, quién menos lloraba a Juan Gallardo,
a Julio Desnoyers, al espléndido príncipe persa
en los funerales de la centuria
que traían más gente que el presidente Lincoln
según lamentaba un comentarista neoyorkino.

Quince Camisas Negras fueron enviados
como guardia de honor junto al féretro
por un Mussolini que esgrimía a Valentino
como aquel que había hecho más
por el acercamiento entre Estados Unidos e Italia
que generaciones de diplomáticos.

Ahora, muerto de veras,
iluminado por otros reflectores,
el mundo despedía para siempre
al de los ojos de almendra,
intensos ojos asesinos,
villano erótico, latino agresivo
garantía de salvajes relaciones.
¡Ay, Rodolfo Valentino!
descendiente directo de los dioses,
hijo dilectísimo de Júpiter.

martes, octubre 03, 2006

VIVIRÉ EN UN JARDÍN


















(Imagen: Wu Jian)


Viviré
en un jardín o un huerto
como el de la infancia
donde bastaba subir a un árbol
para ver el mar
o descubrir en pleno vuelo
a la mariposa de los sueños.

domingo, octubre 01, 2006

IMÁGENES ROTAS





















("El rapto de las sabinas", Picasso)

IMÁGENES ROTAS

La vida:
Gran laboratorio de la muerte
Plagado de tristes ratas.

sábado, julio 15, 2006

NO TODO PUEDE SER EN ESTA VIDA






















(Imagen: Picasso)

NO TODO PUEDE SER EN ESTA VIDA

Nada por aquí nada por allá
y he aquí a un ser humano
aprendió a batirse en aguas turbulentas
después del triunfo de células sobre la nada
y nada entre la nada abracadabra
estilo mariposa saturnina
lo importante es competir
¿Por qué el Ser y no más bien la Nada?
se preguntan los ilusos elegidos a Ser Nada
camino de la Nada ocus pocus trolerí trolerá
Feto haciéndose a las aguas
sobrevivió lombrizcigoto haciéndose hombre en el agua
sobrellevando la carga
centrifugado por la corriente
cría que se duerme
cría cuervos
moisés salvado de las aguas amnióticas
huyendo de la mismísima madre
por la madre nueve meses después
y al agua pato no hay tu tía despavorido
a vivir el tiempo que te toca
dolerí dolerá
Y helo aquí nuevamente
hombre al agua sin decir agua va
a unirse al tercio del planeta
sus tres cuartas partes que lo componen
una triste anatomía
la indumentaria trágica de carne y hueso
el único cuerpo que traía consigo
un traje de piel para cubrir las vergüenzas
de sangre corriente y venas azules
el amasijo que lo formó en la culpa y el pecado
la pobre condición humana
Lloraba a mares cuando llegó desnudo
embarrado con las manos en la masa
y un olor a manzanas penetrantes en la boca
para vertirse en aguas más en aguas menos
colándase por los nudos de la madera
el ataúd como chancho en el barro
Hombre deshidratándose de pura finitud
haciendo aguasregando las raíces río adentro
por la laguna Estigia
donde entra nadando
estilo mariposa estilo anfibio a lo perro
como un perro
bien muerto para siempre
trolerí-trolerá nada por aquí nada por allá
Nada


martes, abril 11, 2006

EN MEDIO DE NADA





















("Angel púrpura", de Marc Chagall)

EN MEDIO DE NADA

Resplandecía en medio de la noche. Sólo carretera y soledad extendidas a lo largo, como un camino hacia ninguna parte.

Un centauro pensé cuando lo vi.

Hacia arriba se ilumina su alargado torso de joven fosforescente. El contraste es evidente con su pelo corto y demasiado negro.

Veo ahora un frágil pálido y desnudo que relumbra desde la cintura hacia arriba. Hacia abajo, se oscurece la chatarra en que ha quedado convertido. Mitad humano, mitad automóvil. Amasijo de vidrios y metales retorcidos se mezclan con su sangre y su carne y su piel que nacieron de mi sangre y mi carne y mi piel.

-Parece un ángel -pensé.

-Pero no soy un ángel -me dijo. Soy tu hijo muerto.

viernes, abril 07, 2006

DANZA DEL VIENTRE, DANZA DE LA MUERTE






























("Bailarina", de Gustave Klimt)

Danza del vientre, danza de la muerte

La vida, un trámite del tiempo,
pedazo de carne, puñado de huesos.
Células diseminadas
entre las aguas amnióticas.
Todo ocurre
entre la danza del vientre
y la danza de los muertos.
El telón de fondo
es un vientre tomado por asalto.


Dance of the Womb, Dance of Death

Life, one of time’s red tape processes,
a bit of meat, a handful of bones.
Cells scattered
throughout the amniotic waters.
Everything happens
between the dance of the womb
and the dance of death.


(Translated by Justin Bland, Sylvia
Mello, and Tia Rabine
Originally published in Beacons 8
(2002): 20-27.
Prepared for Steven F. White
In Spanish 345)

domingo, febrero 26, 2006

MUJERES DEL MUNDO: UNÍOS






















(Imagen de Alphonse Mucha)

MUJERES DEL MUNDO:UNÍOS

Arriba mujeres del mundo
La buena niña
Y la buena para el leseo
Las hermanitas de los pobres y amiguitas de los ricos
La galla chora y la mosca muerta
La galla hueca y el medio pollo
La cabra lesa y la cabra chica metida a grande
Canchera la cabra
Y la que volvió al redil

La que se echa una canita al aire
La que cayó en cana o al litro
Y la caída del catre
Las penelopes
Matas haris y juanas de arco
La que tiene las hechas y las sospechas
La que se mete a monja
O en camisas de once varas.
La mina loca la mina rica
Pedazo de mina
La que no tenga perro que le ladre
Y la que "tenga un bacán que la acamale"
Arriba las mujeres del mundo
La comadre que saca los choros del canasto
Los pies del plato
Y las castañas con la mano del gato
Las damas de blanco azul y rojo
Las de morado
Las damas juanas y damiselas
Todas las damas y las nunca tanto

La liviana de cascos
Y la pesada de sangre
La tonta que se pasó de viva y la tonta morales
La que se hace la tonta si le conviene
La que no sabe nada de nada
Y esa que se las sabe por libro

La madre del año arriba,
Madre hay una sola
Y las que se salieron de madre

Arriba mujeres del mundo:
La cabra que canta pidiendo limosna
La que como le cantan baila
Y la que no canto ni en la parrilla

Arriba todas las que tengan
Vela en este entierro
La que pasa la lista
Y la que se pasa de lista

La aparecida y la desaparecida
La que se ríe en la fila
Y la que ríe último ríe mejor:

La natasha la eliana la pía
La paz la anamaría la lila
La angelina y la cristina
La que anda revolviendo el gallinero
La que pasa pellejerías
Y la que no arriesga el pellejo
La dejada por el tren
O por la mano de Dios.

Que se alcen las mujeres con valor
las pierdeteuna
y las que se las ha perdido todas
la percanta que se pasa para la punta
y esa que apuntan con los fusiles.

viernes, enero 13, 2006

EGO SUM QUI SUM


(Sí, por supuesto, es Magritte, el misterioso de siempre).


EGO SUM QUI SUM

Una parienta desaliñada vieja
agitó el desierto en los relojes
Nací
Se puso el sol en mi camino
y marcó mi tiempo con gruesas señales
la estrella
los dolores
Manos moras me ahuecaron las ojeras
alguien lanzó puñados de violetas sobre mi cara
y un olor a chirimoyas
Cuánta sangre enredada en mis venas
gajos de tiempo trepando
y un ramo de esperanzas blancas
Al fondo el corazón
como una tierra libre y palpitante
donde crecen copihues
Semillas de azafrán pigmentaron mi piel
y me llenaron los ojos de lunas y aceitunas
mi latina cintura pelo cuello cabello
el dolor mordió hasta sangrar
Mis caderas persiguiendo un danzón
Si hay muerte no hay victoria
En la sombra más antigua más antigua
las abuelas sicilianas
pulían su venganza para mí
este catalejo por donde sigo mirando

La Venus del espejo de Velásquez



BOLSAS Y BASURAS

Desde hace años, vago por los sueños cada noche interminable, arrastrando bolsas negras de basura llenas con mis objetos queridos. Son enormes los sacos. El peso me impide casi todo movimiento. En el esfuerzo de tirarlas por senderos y quebradas de oniria, amanezco agotada.

Noches más tarde, las bolsas empiezan a romperse. Como un reguero me sigue el contenido que me desvivo protegiendo. Son migas de pan para encontrar el camino de regreso a la vigilia. Que nada se pierda. Que nadie se pierda.

Intento recoger cada recuerdo, cada gesto tatuado en la memoria. La antología con los besos que nunca me dieron, las cartas de los amigos muertos, el sonido del mar que guardé en la caracola de mi infancia, un ramo de amores disecados, mis dados marcados, el olor de un bosque húmedo y sombrío, el tenue sol de invierno, mi corona de días benditos, el cofre de secretos que se llevó a su tumba la abuela y el enigma de la vida y la muerte.

Sin embargo, la bolsa se abre en otro lado y cuando logro cerrarla, vuelve a abrirse en otra parte.

Y así continuo perdiendo mis tesoros, mientras intento avanzar.

Pero eso fue hace muchos años. Otras vidas. Otros sueños. Ahora arrastro maletas con ruedas.